Lic. Hugo Domingo Molina y la familia que le acompañó el Domingo 16 de Agosto en el Acto de Táriba. Foto: Martín Ordóñez
por: Kike Rosales
Habría que decir que la corrida del 16/08 en Táriba, obedeció al compromiso de los “tariberos”; ellos, ante la ausencia por segundo año de las corridas en las ferias de la Señora de la Consolación (Patrona del Táchira) decidieron tomar el asunto en sus manos y dar un mano a mano entre Erick Cortez y Marcos Peña “El Pino”.
Para que la cosa se pusiera más dura llovió desde la mañana, pero algunos hechos nos demostraron que ser taurino es una militancia donde se pone el pecho a la brisa y no solo se dice de la boca para afuera; a pesar de la lluvia hubo una regular entrada, que no se esperaba por el día gris.
Quizá, eso tenga que ver con lo que ocurrió temprano; en la mañana hubo un acto especial, el lugar dejó de llamarse “Coliseo Perla del Torbes” para tener el nombre de Hugo Domingo Molina, quien recibió un homenaje más que merecido; además se le hizo en vida, su nombre tiene mucho qué ver con las ferias en Venezuela, su empeño como ganadero está más que demostrado y su afición no tiene mácula alguna; es, creo, uno de los actos donde todos los taurinos (extrañamente) o al menos un altísimo porcentaje, están de acuerdo.
Su emblema es la ganadería Rancho Grande; más allá de las cosas que consiguió como empresario, su orgullo es el hierro que se convirtió en un ícono del estado Táchira, cuando Rancho Grande anda bien las cosas son de buen ver; pero cuando sucede lo contario, pasa igual que con el Deportivo Táchira, la molestia no se mide a medias; es decir, que en esos casos no hay color gris, es de esperarse y qué bueno que sea así porque entonces lo que trató de luchar él a lo largo de su vida se quedaría en un intento aburrido de ser “solo un ganadero” y no en un ente que se convierta en “sentido de propiedad” de la gente, cuando salen bien los toros triunfó el Táchira, cuando es al contrario el error se achaca a él.
Una placa nos dice que en su Táriba lo que comenzó a ser un recinto deportivo se convirtió en una plaza de toros, a la que pusieron el nombre de alguien que es muy conocido en el mundo único de las corridas y que decidió esa tarde como hecho curioso regalar un toro (al que le cortó dos orejas El Pino) Cuando pocas veces se ven obsequios de este tipo en actos como este, cuando vemos los arteros ataques que recibimos los taurinos sin defendernos como debe ser, entonces podemos pensar que quizá en unos años pasarán preguntando los niños a sus padres: ¿Quién era el hombre por el cual lleva el nombre la plaza de Táriba? Seguro les dirá: “Creo que fue alguien que una vez regaló un toro”.
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