Carlos M. Gelly y Orbes y Diego del pino, Erase una vez…La Argentina, Editorial Brugera, Barcelona, España, año 1981, pág 89.Foto:
por: Moisés Cárdenas
Hace algunos días yendo por un sendero se levantó la polvareda que fue hija del viento. Llevé mis manos hacia mi rostro, luego tras unos minutos de espera fui viendo como el viento se llevaba el polvo del camino y noté que la arena envolvía todo el ambiente. En ese momento pensé en la arena de la Plaza de Toros, y recordé a grandes toreros. Seguí mi camino a casa y al llegar pensé si alguna vez hubo fiesta de toros en estas tierras sureñas.
Tengo ya unos cuatro años viviendo aquí en Argentina y no he visto muchas cosas en alusión a la “Fiesta Nacional”, solo una vez que vi un cartel de una corrida en un Bar Café en la ciudad de Córdoba. Cuando vi el cartel en aquel café le pregunté al dueño si él era amante de los toros. Me quedó mirando y me dijo con una sonrisa: “me gusta el arte taurino pero jamás he ido a una corrida”.
Le comenté lo místico que tienen, quedando él admirado por mis explicaciones, luego me comentó que ese cartel se lo había traído un amigo desde España. Le señalé que allí en el cartel estaba un gran torerazo y era Enrique Ponce. Después de una pequeña charla con el hombre, cruzó por mi mente las grandes corridas de Manuel Benítez “El Cordobés”.
Me quedé pensando en este emblemático torero que hizo de la lidia toda una belleza levantando espectadores y haciendo que los empresarios cayeran rendidos a sus pies.
Salí de aquel bar y pensé en el nombre de la ciudad en que habito en estos momentos. Quizá el caminar por estas calles de Córdoba me hizo pensar en Manuel Benítez y más haber visto el cartel que colgaba en ese bar. Sentí la emoción de encontrar el mundo taurino, aunque haya sido por unos minutos. Entonces relacioné Córdoba de Argentina con la Córdoba de España, y me preguntaba si llegó a haber toros en estas tierras gauchas, tierra de José Hernández el creador del Martín Fierro, tierra de Lugones el poeta nacional argentino; tierra de Cortázar donde recorrió la magia de los cronopios; tierra de Jorge Luis Borges quien plasmó en el papel aquel bello poema titulado De la diversa Andalucía’, pintándolo con estos versos :
“Los toros de la tarde.
La bravía música que también es delicada.”
Como siempre he considerado que el toreo es de una riqueza artística, poética e histórica, investigué sobre si en algún momento llegó asistir lidia de toreo en estas tierras. Entonces busqué en la biblioteca un libro de historia argentina titulado Erase una vez…La Argentina, empecé e leerlo y para mi sorpresa me di con la siguiente ilustración que aquí la dejo para los lectores.
En ese libro se menciona que se organizaron tan solo algunas corridas de toros cuando la Argentina formaba parte de La Colonia. Revisando en otros libros y en la internet que, para mí, es de una gran ayuda para quienes tenemos sed de conocer y somos curiosos, pude encontrar que las primeras corridas de toros se efectuaron en el Río de La Plata a comienzos del siglo XVII, especialmente el 11 de noviembre de 1609 unos veinticinco años después de la segunda fundación de Buenos Aires; luego se dieron con el paso de los años una que otra corrida. A propósito de esta primera, el acta del Cabildo del 26 de octubre del año 1609 comenta los preparativos de la lidia de toros:
“… En este Cabildo se trató como de presente el día del Señor San Martín de Tours, patrón de esta ciudad, y que las calles de esta dicha ciudad están llenas de yerbas y muchas barrancas y para que se limpien se encarga mande a todos los vecinos y moradores limpien y aderecen las dichas calles dentro de un término breve poniéndoles pena, lo que le pareciere, los cuales no sean exentos y asimismo de aviso al obligado de las carnicerías para que el dicho día del Patrón traigan los toros que se han de correr en la plaza pública de ella…”
Con el pasar del tiempo se organizaron corridas de toros que se hacían en la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo) que para aquel tiempo era árboles y tierra, muy pocas cosas construidas en los alrededores de esa plaza; solo estaba el cabildo y otras construcciones.
Llegado el año 1790 se propuso construir una plaza de toros en una zona conocida como Monserrat, terminándose la construcción en el año 1800. En esa plaza de Toros de Monserrat, los registros históricos comentan que se llegaron a realizar 114 corridas dejando buenos ingresos económicos. Por razones de la época, se decidió demoler la plaza de toros y mudarla de lugar. Así, se construyó otra plaza en otro lugar de la ciudad porteña y en esta ocasión fue en la actual Estación Retiro.
Según Gilda Guerrero, en su obra Toros en Buenos Aires cuenta:
“La plaza era de forma octogonal y mantenía el estilo morisco en sus vasos de barro cocido, en la parte alta de las paredes; las ventanas ojivales, alumbradas por una línea de faroles, dejaban ver las anchas galerías y las entradas independientes. Tenía capacidad para diez mil espectadores”. Además la plaza tenía guardabarreras, burladeros y una capilla. En esa plaza lidiaron buenos toreros como Pedro Cuadra, Roque Chiclana (el “Gitano”), Matías Pavón, Juan de Villa, “el Indiecito” Laureano de Jara y “el Tripas”.
¿Tuvo éxito esta plaza? ¿Qué ocurrió? Por las ideas que estaban floreciendo en América, surgió el espíritu de rechazo a todo lo español y de a poco selló el declive de las corridas de toros en estas tierras sureñas. Según los historiadores en realidad la lidia no llegaba a la población y no había sido pasión ferviente.
¿Cuáles serían las razones? Aunque no se dice con exactitud, considero que quizá no había esos “oles” de España que se trasmiten desde el alma y levantan clarines; quizá los toros no eran llamativos en el sentido de su fuerza y estampa.
Solo son conjeturas, pero de acuerdo a los historiadores la población que habitaba en ese tiempo demostró renuencia. Otro dato que se tiene, es la fecha del 4 de diciembre de 1818 cuando el Cabildo dictaminó las últimas corridas de Retiro. Posteriormente el 23 de enero de 1819 se inició la demolición de la plaza de Retiro, dejando así un soplo de las corridas. Se mencionan algunas corridas “clandestinas” que realizaban aficionados practicándose en corrales pero las autoridades la clausuraron. Ya para el año 1820 la plaza de Retiro no existía.
La historia comenta la anécdota del General San Martín, cuando organizó una corrida de toros en 1819, fue allí que su esposa le hizo al General un comentario sobre el valor de los toreros, y el General San Martín le contestó: “Sí…. son locos…. ¡Pero de estos locos precisa la Patria!”
Se comenta de otros intentos en años posteriores de organizar algunas corridas por parte de quienes llegaron a la Argentina, en especial españoles; pero sin resultados positivos. Fue entonces que la lidia de toros en la Argentina, fue guardada en documentos, recuerdos de historiadores, dejando solo ecos para quienes por alguna razón se interesen en el tema.
En nuestro país, Venezuela, la lidia de toros aùn hace mella en muchos aficionados, y hombres que plasman el lienzo con la suerte de banderillas y paseíllos. Considero que nosotros los poetas, los escritores, tenemos arenas para hacer del tema taurino construcciones poéticas y darle paso al artista a crear esculturas y obras del mundo taurino que es un espacio misterioso y cretense para hacer arte.
Quisiera dejar el tema abierto para otra oportunidad y no cerrarlo de golpe; pero sí, dejar mi opinión: Que el mundo taurino permite expresar miradas filosóficas, artísticas, poéticas que pueden aprovecharse para la creación literaria, ensayística y otras. Con estas humildes palabras envío a los lectores un Ole, en el revuelo de rosas y pañuelos.
viajesideral2@yahoo.com.ar
tambien es sabido que el dictador rosas prohibio los espectaculos taurinos y de ahi en adelante ya mas nunca se busco la manera de dar toros en argentina
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