El joven torero de La Candelaria remató con el listón alto: Perfecta estocada que sumó méritos para la concesión de dos trofeos. Foto:
por: José Luis Jiménez
Un estimable grupo de aficionados se dio cita ayer sábado para ver la reaparición de Mari Paz Vega en la Maestranza de Maracay, pero resulta apabullante que el toro, el principal protagonista de esta fiesta, se cargue las ilusiones y la convierta en decepción y aburrimiento. Es cruel decirlo, pero en la guadaña de los pitones aguardan el éxito y el fracaso. De allí que la torera y sus seguidores se encontraron con otra vuelta de tuerca para el desánimo.
La corrida de Los Aránguez fue seria por delante, sin armarios, toros con trapío más que correcto, pero, exceptuando al segundo y tercero lidiados, carecieron del sello de distinción de tan prestigiosa ganadería venezolana.
Para Mari Paz Vega correspondieron los lunares del encierro, a pesar de losdoblones de castigo que no permitieron el pretendido lucimiento por las condiciones de sus antagonistas,amainando el talante impetuoso que se percibía. Todo quedó en querer y no poder y, para colmo de males, la espada fue un total calvario para la torero española.
Al final le fue tributada una atronadora ovación en premio a jugarse el tipo ante semejantes regalitos que hubo de enfrentar.
El mexicano Ernesto Javier Tapia “Calita” estuvo bien en su debut. Con la capa dejó su carta de presentación, y a la hora del trasteo muleteril hubo coherencia. La faena al primero que enfrentó tuvo eco en la gente por su trasfondo estético y de verdad que le dota de una personalidad muy propia. Luego de los adornos, desplantes y molinetes esgrimió el estoque al volapié y le fueron concedidas dos orejas un tanto exageraditas.
Ante el quinto hubo cambio de decorado, desarrollando una labor de enfermero y fallando con el estoque al envainar en una ocasión. Aplausos.
Por su parte, el aragüeño Alejandro Chacón tenía ante sí una empinada cuesta para justificar su paso por el ruedo calicantino. Realizó una faena con algunos momentos de calidad y de una encomiable elegancia ante el tercero de la tarde sabatina que hizo sonar el pasodoble torero. Hubo momentos donde el astado caroreño tuvo tendencia a rajarse y el joven torero de La Candelaria remató con el listón alto por la espectacularidad de la perfecta estocada que sumó méritos para la concesión de dos trofeos, quizá, con más fuerza y justo concedido en esta primera de feria.
Con el sexto y último, casi nada que destacar ante lo descastado del animal que hizo aparecer el sopor en los tendidos. Afortunadamente, Chacón anda sobrado con la espada y se le despidió con una gran ovación por la brevedad en su quehacer.
Al final salió en volandas de la plaza en compañía del mexicano Calita.
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