20/3/14

Enrique Ponce: 'Ha sido un milagro'

Durísima cornada Foto: elmundo.es

tomado de: elmundo.es - por: ZABALA DE LA SERNA Valencia - 19/03/2014

En la habitación 408 de la Casa de la Salud de Valencia, Enrique Ponce despierta de la pesadilla. Está incorporado en la cama con unas sujeciones que en fijan la fractura de la clavícula izquierda y protegen la cornada de 25 centímetros de la axila derecha. Los drenajes limpian la herida.

Son las 10 de la mañana y recibe las visitas de los doctores Fernando Carbonell y López Quiles. Todo va bien, dentro de la noche insomne que ha pasado el maestro. Pero habrá que operar la fractura en el plazo de una semana. Una osteosíntesis de reducción. El tiempo de recuperación se estima en torno a dos meses. "Ya veremos", dice Ponce.

Tiene el momento radiografiado de la cornada. Sabe el porqué y durísimamente relata a ELMUNDO el cómo: "El toro por el pitón derecho siempre se había metido un poco. Quería asegurar el triunfo y me tiré con mucha rectitud con la espada. Echó la cara arriba y me prendió. Noté el pitón dentro, cerca del cuello. Cuando ya me incorporé sabía que me había partido la clavícula. Quise esperar a ver morir el toro mientras me quitaban la chaquetilla".

Paloma Cuevas, su mujer, ha llegado de madrugada. Es la primera vez en 20 años que no acompañaba a Enrique. Y ya ves. En el taxi camino del hospital, su apoderado Juan Ruiz Palomares también hablas de años: "Ya han pasado 30 desde que entró en mi casa en 1984".

La entereza de Enrique Ponce alucina. Piensa en las fechas de Sevilla y Madrid, en esta su 25 temporada de figura del toreo. Incluso bromea cuando alguien le sugiere que su abuelo Leandro le ha echado un capote desde el cielo: "Y casi me voy con él". Estos hombres están hechos de otra materia. Y comenta que el propofol, la anestesia con la que le operaron es un invento: "Desperté perfecto". Su suegro Victoriano Valencia recuerda las viejas épocas y las terribles curas.

Abandonamos la habitación 408 con la tranquilidad de saber que todo sigue su curso. En su mano tuvo la gloria de su 38 puerta grande en Valencia y en su cuerpo, ahora, el dolor asumido. Cuando se ven las imágenes repetidas, las palabras del torero alcanzan mayor valor: "Ha sido un milagro".

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