17/12/13

Plaza de Toros Monumental de Valencia: Carta en el póker semiótico de la revolución

El escudo de la ciudad de Valencia ya no está en su fachada. Foto: blog elvitoalostoros

por: El Vito

Igual que en las tardes de toros, la noticia del decreto de la Gobernación de Carabobo provoca división de opiniones; saltando a la torera en evidente atropello de fuerza política por parte del Estado a la Autonomía Municipal del Distrito Valencia.

El Gobernador Francisco Ameliach, “manu militari” – es decir, por la fuerza del poder –, se ha apropiado de la Plaza de Toros Monumental de Valencia, creando junto al Paseo Ferial y con el Teatro Municipal de la ciudad, un curioso polígono cultural. Polígono inserto a trocha y mocha sobre un territorio que le pertenece al Municipio Valencia, pero que con ese afán protector de lo que el voto del pueblo no le ha dado, la Gobernación “protegerá” de la propia Alcaldía de Valencia, a pesar de ser administrada esta institución por autoridades elegidas por el pueblo. Quiero decir, autoridades impuestas por el auténtico y más legítimo Poder Popular: El Voto Soberano.

La noticia llegó al seno de la reunión del bienvenidismo, durante la reunión de fin de año del Círculo Bienvenida en Valencia la mañana del pasado jueves 12-12, empaquetadita en el celofán de la sorpresa cual regalo de los Reyes Magos. Poco faltó para celebrar el acontecimiento con una “traca” de pólvora, como la mejor falla valenciana.

No se trata de un acto inconstitucional porque, lamentablemente, la Constituyente del ´91 arrancó sin pestañear la autonomía municipal. Los constituyentes de 1991 le quitaron a los municipios su autonomía, poniéndole los límites que impone una talanquera al establecer una limitación inusitada, que hace función engañosa y convierte en burla la esperanza de la autonomía político-territorial, que sólo debería encontrar límites en la Constitución, no en la ley.

Conforme a esta norma, que no tiene antecedentes en el constitucionalismo del país, la ley puede limitar la autonomía municipal, la cual por tanto, perdió su garantía constitucional. Esto lo ha reafirmado, además, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. En sentencia Nº 2257 del 13 de noviembre de 2001. Todo esto determina que se trata de un acto de fuerza política, de poseer un bien con propósitos políticos y de ninguna manera con la intención de defender la Fiesta, la plaza de toros Monumental.

ANTECEDENTE DE CARACAS

Así ocurrió con el Nuevo Circo de Caracas. Primero fue el Instituto de Patrimonio Nacional, luego el Alcalde Juan Barreto y cuando el Alcalde Mayor, elegido por el pueblo de Caracas, Antonio Ledezma, se lo arrebataron a la ciudad y desde entonces está en manos de Jorge Rodríguez, Jacqueline Farías y quién sabe de cuántos “dedos” más. También hubo antecedentes de excesos de poder en el caso de la que fuera nuestra primera plaza de toros, en jerarquía por supuesto cuando vestía ropas de Monumento Histórico con rango nacional, cuando el 8 de octubre de 1984, la Junta Nacional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación le declaró Monumento Histórico Nacional.

Aquel documento que la Corte Suprema de Justicia reconoció, y que se amparaba en la Ley de Protección y Conservación de Antigüedades y Obras Artísticas de la Nación, fue refrendado por ilustres venezolanos, como fueron Rafael Armando Rojas, Marcos París del Gallego, Tomás J. Sanabria, Erika Wagner y Rafael Valery Salvatierra.

Sin embargo, ya en aquellos días “ se cocían habas” - como ahora- y “manu militari”, como ahora, actúa el Gobernador Ameliach; en aquella oportunidad actuó con abuso de poder el Ministro del Interior del gobierno de Jaime Lusinchi, Octavio Lepage, que de un plumazo dejó sin efecto el acto administrativo de la declaratoria como Monumento Histórico como consta en la Resolución CJ-1060301 del Ministerio de Relaciones Interiores de fecha 30 de octubre de 1985. Lepage con todas las manchas en su sayo de corruptor, más que como venezolano, actuó como “amigo” de Rafael Branger.

TURBIOS ORÍGENES

El representante de la Sucesión Branger desde hacía tiempo luchaba por tener derecho para demoler el inmueble de la plaza de toros y engordar sus ya gruesas cuentas bancarias con una propiedad cuyos orígenes tienen el pecado mortal de haber enraizado sus fundaciones en los solares que pertenecieron al pueblo de Caracas; terrenos que fueron propiedad del Municipio y donde funcionaba El Viejo Matadero Municipal de San Agustín, indebidamente apropiado por el gobierno de Juan Vicente Gómez en 1916, por el Gobernador de Caracas, funcionario del régimen militar de Juan Vicente Gómez para la construcción de la plaza de toros. El gobernador contrató a Eduardo G. Mancera “… a construir en emplazamiento del Matadero Viejo y sus anexos, propiedad de la Municipalidad del Distrito Federal, un circo propio para corridas de toros, espectáculos ecuestres y otras variedades; y por su parte, el Gobernador del Distrito Federal se obliga a ceder al contratista, sus concesionarios o causahabientes, el derecho de explotar el circo durante treinta años contados desde la fecha en que se termine la construcción…”

El 3 de noviembre de 1928, el coronel Gonzalo Gómez, hijo de Juan Vicente Gómez y Dionisia Bello, “compró” por 150 mil bolívares “todos los derechos y acciones que por el contrato entre la Gobernación del Distrito Federal y Mancera pertenecen a la Municipalidad sobre el edificio del Nuevo Circo de Caracas y además el terreno en que está construido con exclusión del denominado antiguamente La Playa o Mercado de Ganado, ubicado al Sur de la Escuela de Artes y Oficios de esta ciudad”.

Posteriormente, el 24 de enero de1940, Luis R. Branger compró a Gonzalo Gómez el Nuevo Circo de Caracas por 900 mil bolívares. Gonzalo Gómez Bello adeudaba al Banco de Venezuela 500 mil bolívares, corriendo Brnger con esa deuda desde la negociación llevada a cabo en Sabana Grande, en el botiquín de Pepino Ripepi.

Más tarde en el tiempo surgieron litigios, estiras y encoje, respuestas a nuestras gestiones en Meridiano en ofensivos comunicados de prensa con el silencio cómplice y perturbador de la sociedad taurina incapaz de defender su plaza de toros, entre la Sucesión Branger, la Gobernación del Distrito Federal y la Alcaldía de Caracas cuando el pueblo estuvo representado por Antonio Ledezma , sin que se aclarara mucho de estas turbias negociaciones entre el poder político y el poder popular.

Hoy Valencia comienza a escribir su propia historia, vivimos su prólogo, ¿Qué dirá el epílogo?

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