*** Un matador aragüeño exitoso en la isla española de Fuerteventura.
por: Jesús Ramírez "El Tato"
La vida del torero aragüeño Juanito Alfaro, es una interesante historia para narrar en varios capítulos, por las variadas circunstancias que rodean su vida de manera original, con gran sentido de responsabilidad, sin dormitarse hacia una barraca de truenos, al contrario, avivando una lucha noble, día a día, para alcanzar el éxito
Aprovechando esta cuarentena en casa, hemos hablado vía WhatsApp con el diestro aragüeño, que desde hace varios años, hace vida en ese paraíso playero español que es la isla de Fuerteventura, donde, gracias al toro, se convirtió en exitoso hombre de la gastronomía.
Alfaro nació en el popular barrio aragüeño El Carmen, en el seno de una humilde familia donde Marcos, su padre de crianza y su madre Mery, luchaban por el bienestar del hogar. Los barrios más populares de la capital aragüeña, fueron lugares para el crecimiento y desarrollo del joven, que residió un tiempo en el barrio San Vicente, donde aún está el botadero de basura. Allí con escasos 12 años, hurgaba diversos materiales para la venta y así poder llevar el sustento a casa, porque la venta de empanadas y arepas, no cubrían las necesidades familiares, pese a que sus hermanos Luis Enrique y José, así como sus queridas hermanas, también hacían su esfuerzo para que el hogar contara por lo menos con el sustento diario. Y de esa escuela de trabajo y formación que constituyó el barrio San Vicente, Alfaro se siente muy orgulloso.
En ese mar de calamidades, que solventaba con esfuerzo e influenciado por su padre, Néstor Alfaro, un popular torero cómico que personificaba a Mario Moreno "Cantinflas", decidió irse a la maestranza de calicanto, donde el maestro Pedro Pineda enseñaba los secretos del toreo. Y en esos inicios taurinos, para sobrevivir, vendió bisutería en el boulevard Pérez Almarza y luego correas de cuero, creando su propio negocio con su compadre Ceferino y su amigo Ender, a quien apodaban Pata e'loro. Mientras, seguía entrenando con ahínco, hasta que en la población aragüeña de San Mateo, en un festival, recibió las primeras volteretas y al parecer le despertaron más su afición.
Toreó varios festejos menores; y cuando ya se hablaba del promisor Juanito Alfaro, de su valor y condiciones toreras, ocurrió un lamentable accidente de moto donde perdió la vida su hermana Xiomara, quien era su ángel preciado y persona de especial deferencia. Tras el fatal percance familiar, lo que vuelve a animarlo, es su participación como sobresaliente en un mano a mano entre "El Niño de la Capea" y "Morenito de Maracay", en la maestranza "César Girón"; allí, hizo un aplaudido quite por gaoneras, luego "Morenito" lo invitó a banderillear, viéndose obligado a colocar otro par, a petición del entregado público.
Ilusionado por su destacada actuación en el vis a vis, organizó un festival para recaudar fondos para el viaje a España, con la meta de hacerse torero teniendo dos maletas como equipaje, una de escasa ropa y otra llena de ilusiones. Con esta última, abrió puertas, pero aguantando penurias para sobrevivir, superando calamidades para comer y pagar la pensión del maestro Cortéz, dueño de un modesto albergue de los toreros americanos de entonces.
Ya en España, pronto comenzó en capeas, tentaderos y luego las novilladas por los pueblos del llamado Valle del Terror: toros de cinco años y escaso dinero para el bolsillo. Tenía que seguir buscándose la vida y muy pronto aprendió a hablar inglés, mientras entrenaba con José Antonio Valencia, Iván Sosa y Jordán Díaz, quien por cierto lo apoyó decididamente. A Alfaro se le presentó la oportunidad de un festival donde actuaría con Manuel Díaz "El Cordobés"; la tarde le salió tan redonda, pues allí se fraguó la alternativa, ocurrida el 8 de septiembre de 1990 en la plaza toledana de Yuncliyos; se dio con toros de Francisca Rodríguez Balderas y Juan Herrera de padrino; fue un festejo mano a mano, recibiendo el doctorado con el toro "Remontista", número 13, de 465 kilos.
Entusiasmado, regresó a Venezuela convertido en matador de toros: su sueño; pero las cosas profesionalmente, no funcionaron como anhelaba: pocas oportunidades y toros imposibles para el lucimiento. Volvió a España, participó en festivales y otras veces en las capeas de sus inicios, hasta que se dio cuenta que ese no era el camino y el objetivo que ameritaba su lucha y sacrificio.
Tras una vida agitada de torear, trabajar, amoríos, matrimonio, hijos, divorcio y nuevas aventuras, siempre dando el pecho por el trabajo; hasta que un par de amigos, Samuel y Pureza, viendo su situación, le animaron y abrieron puertas muy lejanas al toreo, a la isla de Fuerteventura fue a parar; allí empezó de cero, pero sin darse por vencido. En esa localidad, debutó como animador, luego regresó a Madrid; trabajó en relaciones públicas en un bar, después en un restaurante, donde hacía valer su carisma en el trato de los comensales.
Y en esa onda comercial que desde que vendía empanadas descubrió, se montó otra vez en el avión; esta ‘vez con destino Nueva York, donde hizo de animador de eventos, de un programa de tv y de extra en la película “Un hombre inocente”.
En esa búsqueda permanente de trabajo, sustento y triunfos, se volvió a Fuerteventura y comienza en un restaurant que en principio no funcionó; entonces se metió a la cocina a preparar platos y desarrollar su ingenio culinario. Resulta que esa amiga que lo contrató, una bella dama británica llamada Emma Thompson, se convirtió en su esposa y madre de sus hijos, que siguen aunando esfuerzos en Nestor`s Restaurant, que es todo un éxito de la gastronomía en la turística la isla española.
Hoy trabaja más duro y con fe. Allí Alfaro descubrió otra pasión, el golf, al que le dedica tiempo con amigos increíbles que lo han ayudado a darle forma sana y útil a su vida de tranquilidad.
Juanito Alfaro, su esposa Emma y los dos hijos
El espada criollo está agradecido con Dios, su familia en Venezuela, su esposa, sus hijos, que le dan fortaleza y ánimo; ellos le apoyan las locuras de un emprendedor que con el paso de los años y las experiencias, y ahora con las restricciones sanitarias del confinamiento, reflexiona, acordándose de los mejores momentos y decisiones tomadas, que le han valido para afirmar que al toro le dio su juventud y vocación, no funcionó; pero le enseñó que gracias a su ilusión de abrirse paso con el toro, se fue a España, llegó a Fuerteventura donde ha conseguido paz espiritual y familiar para vivir honestamente, sin olvidar sus humildes raíces maracayeras, donde piensa regresar para compartir con la familia y saludar innumerables amigos de lucha.
Juanito Alfaro desea que esta pandemia del coronavirus termine pronto y que sea una experiencia de humildad para toda la humanidad, de fe y paciencia por un mundo nuevo, sin odios ni rencores, sino paz y sana convivencia.
Alfaro y sus amigos escoceses del golf: Keith y Scott.
El sitio de la mejor gastronomía de Fuerteventura Nestor´s Restaurant.
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