por: Rafael Dupouy Gómez
Mi noble y buen amigo Pedro Arias, distinguido banderillero y fotógrafo de larga trayectoria, celebra 92 años de fructífera vida llena de gratísimos recuerdos y anécdotas. Nació en San Fernando de Apure (Venezuela), el 29 de abril de 1928. De pequeña estatura, carácter sencillo, simpático y extrovertido, su nombre aparece en el Tomo número 5 de “Los Toros” de don José María de Cossío en la página 634, en donde se refieren a él como: “Banderillero, que actuaba en los ruedos venezolanos en la década de los sesenta de nuestro siglo. No conozco sus cualidades aunque sé que actuaba en corridas de toros”.
De origen humilde, se trasladó con su familia a los 6 años de edad, de su natal San Fernando de Apure a la ciudad de Maracay (Edo. Aragua). Se crió a dos cuadras del Hotel Jardín.
Con el paso de los años, siendo un adolescente, tuvo la ilusión de mejorar su situación económica y se interesó en aprender una profesión, dedicándose a la fotografía que alternó, paralelamente, con su sueño de hacerse matador de toros. En las mañanas, entrenaba y practicaba en la histórica Plaza de Toros Maestranza de Maracay. Recibió lecciones del maestro Pedro Pineda y el apoyo de sus grandes amigos, los matadores de toros venezolanos Oscar Martínez y Luis Sánchez Olivares el “Diamante Negro” quienes se interesaron en que cumpliera su sueño, ofreciéndole oportunidades.
Oscar Martínez, a quien conoció en la Maestranza de Maracay, siendo también un talentoso fotógrafo, un día lo llevó a la casa de su amigo José María Páez Colmenares, quien se desempeñaba como funcionario de la Circunscripción Militar de Maracay, realizando las fotografías del componente militar en los cuarteles Bolívar, Páez y Sucre. Allí Pedro Arias aprendió como ayudante el oficio de la fotografía, capturando imágenes con una cámara que le regaló Páez Colmenares.
Cuenta Pedro Arias que el 24 de julio de 1946, se vistió de luces por primera vez y el 22 de mayo de 1949, banderilleó por primera vez a un toro de casta de la ganadería colombiana de Mondoñedo en una corrida celebrada en la Maestranza de Maracay, interviniendo los diestros mexicanos Lorenzo Garza, Luis Castro “El Soldado” y el venezolano Ricardo Martínez como sobresaliente. Garza realizó una magnífica faena a su segundo toro, liquidándolo de una soberbia estocada. Fue ovacionado fuertemente por el público, concediéndosele las dos orejas, el rabo y una pata, que el diestro mexicano rechazó. “El Soldado” también cortó dos orejas y ambos salieron a hombros de la Maestranza de Maracay.
Pedro Arias ejecutando un par de banderillas. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
En Maracay, Pedro Arias trabajó un tiempo cargando unos garrafones enormes y pesados de agua que descargaba en una vecindad. Un amigo suyo al ver el esfuerzo que hacía, le consiguió un trabajó como ayudante de fotografía en una dependencia del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en el área de Malariología, en donde trabajaba como destacado científico el Dr. Juan Crisóstomo “Juancho” Gómez Núñez, hijo del General Juan Vicente Gómez. “Juanchito” era el hermano menor de Juan Vicente y Florencio Gómez Núñez, grandes aficionados e impulsores de la Fiesta Brava en Venezuela.
Pedro Arias tuvo la oportunidad de conocer personalmente en esa dependencia al Dr. “Juancho” Gómez Núñez, quien se mostró muy interesado en apoyar sus aspiraciones en el mundo del toro. Un buen día lo mandó a llamar y le dijo que se fuera a Caracas urgentemente para que firmara un contrato, porque toreaba el domingo y le regaló 20 bolívares de aquella época para su traslado.
“Juancho” Gómez Núñez, le comunicó a Pedro Arias que dijera que venía de parte de su hermano Florencio Gómez Núñez, quien ya había contratado a Luis Miguel Dominguín para que debutara como matador de toros en Venezuela, firmándolo por tres tardes en el Nuevo Circo de Caracas. Siendo mi abuelo Florencio, el empresario de la temporada caraqueña en 1949, encargó de la organización a su compadre José Luis de Benito.
Pedro Arias, llegó a la empresa dispuesto y decidido a firmar el contrato como subalterno en ese cartel de primera. Recordaba Arias que el Dr. Carlos Siso Maury, eminente abogado, le hizo esperar tres horas y no lo atendía. Entonces, se le ocurrió ante la impaciencia, anunciar que venía de parte de mi abuelo Florencio Gómez Núñez, como le había aconsejado en Maracay mi tío “Juancho” y de inmediato le abrieron las puertas, siendo recibido en la oficina.
Le preguntó el Dr. Siso si sabía leer. Que estudiara bien el contrato que iba a firmar. Me contó Pedro Arias que lo leyó rapidísimo como Cantinflas. Arias todavía no tenía traje de luces para la corrida, pero mintió respondiendo afirmativamente, sin tener un centavo para adquirirlo. Luego de marcharse de la oficina, leyó con tranquilidad el contrato que fue por 500 bolívares. De inmediato, se dispuso a visitar a su amigo el “Diamante Negro”, quien muy amablemente, le dijo que escogiera el traje que quisiera. Arias seleccionó un traje de luces que no estaba nuevo, azul celeste y plata que le quedó grande y tuvo que arreglar.
Era la última corrida de la temporada y actuaron, la gran figura del toreo español Luis Miguel Dominguín, el ídolo venezolano Luis Sánchez Olivares el “Diamante Negro” y el valeroso diestro mexicano Antonio Velázquez. Esa extraordinaria corrida fue celebrada, el 11 de diciembre de 1949, siendo considerada como la mejor corrida de toros que se ha presentado en toda la historia del Nuevo Circo de Caracas.
Se jugaron toros de la ganadería colombiana de “Vistahermosa”, que dieron una excelente pelea. Fue una tarde inolvidable, recordaba Pedro Arias, quien banderilleó con bastante habilidad a un toro que había eliminado el quinto burladero del Nuevo Circo de Caracas. El público entusiasmado, no cesó de aplaudir las faenas realizadas por los tres matadores, quienes salieron a hombros por la puerta grande, cortando un total de diez orejas y dos rabos. Luis Miguel estuvo enorme ante su primero al que le cortó las dos orejas con petición de rabo, que la Presidencia se negó a conceder. En su segundo, repitió una faena redonda que fue malograda con la espada, perdiendo los trofeos que tenía asegurados, dando dos vueltas al ruedo recibiendo una fuerte ovación. Antonio Velázquez cortó cuatro orejas y un rabo y el “Diamante Negro” también emuló al mexicano cortando cuatro orejas y un rabo.
Recordaba Pedro Arias que César Díaz Torres, apoderado de Oscar Martínez, de quien fue banderillero, le preguntó si quería ser corresponsal de “La Esfera” en Caracas para cubrir los accidentes de carretera que frecuentemente ocurrían y requerían ser fotografiados.
Pedro Arias acompañando al gran César Girón durante uno de sus triunfos. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Un día le propusieron trabajar en el diario “El Mundo” en el espacio deportivo. Asistió a los Juegos Panamericanos de Cali (Colombia) en 1971, los Juegos Panamericanos de México en 1975, los Juegos Panamericanos de Caracas en 1983. Estuvo presente cubriendo la pelea del boxeador venezolano Betulio González en la que conquistó el campeonato mundial, siendo captadas con su cámara las mejores fotos que recorrieron el mundo entero. Las Series del Caribe de Béisbol y los Campeonatos de la Liga de Béisbol Profesional de Venezuela, siempre gozaron del oportuno lente de Pedro Arias, ferviente fanático de los “Tiburones de La Guaira”. Con los jugadores de Béisbol cultivó una fraternal amistad, lo querían mucho y siempre le gastaban bromas. En Maracaibo, estuvo presente en importantes partidos de fútbol internacional. Ganó el Premio Nacional de Periodismo Deportivo en 1975 y 1987.
Pedro Arias mostrando uno de sus tantos premios como excelente fotógrafo deportivo. Revista "Venezuela Taurina". Año 1975. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Dentro de su profesión taurina, lamentó no haber podido llegar a ser matador de toros, sino subalterno. Conoció y tuvo una gran amistad con los hermanos Girón, considerándolos como de su propia familia. Me contó Pedro Arias una anécdota curiosa, poco conocida. Cuando él trabajó en una fábrica de papeles, utilizó parte del material de desecho para confeccionar la improvisada muleta que empleó César Girón, el día que se lanzó al ruedo como espontáneo durante la actuación de los “Chicos de Querétaro” en enero de 1946. Los “Chicos de Querétaro”, era una cuadrilla infantil mexicana, integrada por niños entre diez y doce años de edad que lidiaban becerros de pura casta. César Girón con doce años de edad, demostró al público asistente que él toreaba mucho mejor que los niños aztecas.
Pedro Arias con Manuel Benítez “El Cordobés”. (Cortesía: Pedro Arias).
Se mantuvo como banderillero durante muchos años. A las órdenes del “Diamante Negro”, intervino en varios festejos. Me confesó que nunca pudo banderillear por el lado izquierdo a los toros. Participó eficientemente como subalterno en las célebres novilladas organizadas por el empresario Gregorio Quijano.
Rafael Dupouy Gómez, autor del artículo, en compañía de su gran amigo Pedro Arias. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Me complace resaltar las virtudes de este digno profesional de nuestra Venezuela taurina y de la fotografía en este articulo, felicitándolo en su cumpleaños.
Enhorabuena por ser un gran amigo y una excelente persona.
Rafael Dupouy Gómez
Video de entrevista a Pedro Arias
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