*** Muchos años de compartir y de amistad con Fabito, me llevan a darle este adiós, donde recuerdo algunos momentos inolvidables.
por: Jorge Cepeda
Siempre me ha producido malestar eso de las despedidas, aunque sea para siempre; pero hacerlo es por alguna razón de más o menos peso. Cuando lo hacemos es por cariño o algo que nos comunica entre las personas, de una manera u otra. Lo cierto es que nos permite recordar cosas bonitas entre la gente que por años estuvo a nuestro lado, de lo que aprendemos de ellos, y de recordar momentos agradables.
En la fiesta de los toros tenemos eso que el tiempo nos enseña, a querer algo que llevamos dentro de nuestra sangre y que de pronto aprendemos de ella, para llenar la existencia de la vida. Tal vez, lo mismo que podrá sentir un torero cuando está frente a un toro, en el momento final, donde tiene que culminar su faena; y no es más que enfrentar la realidad, tomar la iniciativa de despedir ya su obra que comenzó unos minutos antes, que a lo mejor puede haberle gustado a unos y a otros no.
Lo cierto del caso es que hay que finalizar, por eso me viene al recuerdo palabras de Fabito donde siempre recordaba a su padre quien decía que lo más placentero y agradable es lograr triunfos y fracasos con la ganadería que con mucho esfuerzo luchó y cumplió a cabalidad muchas de sus palabras:” La Carbonera”.
Una de ellas era la alegría de dar una vuelta al ruedo con su padre por algún triunfo; y me viene al recuerdo ese logrado en Tovar, donde debutó con una novillada en el año 78; la toreó, antes de viajar a España, Iván Sosa “El Gago”; además, el director de la escuela taurina de la ciudad de México en la actualidad Gilberto Ruiz Torres y Antonio León de Maracay.
Decía que eso de la genética era complicado y que para lograr un triunfo, no era nada fácil; como ejemplo, lo acontecido en el año 82, cuando se indultó a “Rumboso” en el Nuevo Circo de Caracas, por parte de un paisano como es Nerio Ramírez “El Tovareño”. El toro se trajo a la finca de Jají donde se curó y luchó para que fuera semental, donde solo logró aprovechar algunas pajuelas de semen que congeló, para posteriormente aplicarlo a las vacas, a ver qué lograba sacar de ello; luego a esperar 4 o 5 años, para ver los resultados. A los dos años Rumboso, se inutilizó por una artritis progresiva que le afectó a causa de los puyazos que recibió.
De Tovar, recordaba los toros que se inutilizaron en la carretera en el año 84, cuando se debía realizar la feria y que no se pudieron lidiar ya que el camión que los trasportaba se volteó en la vía, unos diez kilómetros después de Lagunillas, y la corrida no se dio. Dos años antes se organizó la feria de Santa Cruz de Mora con la plaza de toros portátil: “La Grisolía”, que se había traído de España y donde Cayetano Faraco se encargaba de moverla por el centro del país y nosotros por los andes venezolanos.
Posteriormente, luego de inaugurar la plaza de toros de “El llano”, el 11 de septiembre del año 94, El toro “Niño”, número 71, con un peso de 448 kilos, lidiado por el colombiano Nelson Segura quien corta el primer rabo que se otorgó en el coliseo tovareño.
Pero su lucha no queda allí, volvió con su hermano Nelson Grisolía, para dar la Feria de San Sebastián en San Cristóbal. En 2015, logró la hazaña de traer los últimos toros españoles que se han lidiado en esta tierra.
Fabito con su hija Fabiana, en el patio de caballos de la Plaza Monumental de Pueblo Nuevo en San Cristóbal, en la feria de San Sebastián. Foto: J. Cepeda
Son muchas las historias y las anécdotas por contar, por lo que nos despedimos con nostalgia, a pesar que nos deja recuerdos que son imborrables y que de ellos nos agarramos como se hace con las riendas de un caballo, para no dejarnos caer y saber que nosotros somos el jinete. Me gustaría que el sentimiento de buena amistad le llegue a toda su familia y amigos.
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