Alonso Valero, en 1.990 se presentó en Mérida el 4 de marzo lidiando un astado de La Carbonera, y fue el máximo triunfador al cortarle las dos orejas. Foto: Whatsapp
por: Víctor Ramírez “Vitico”
Los infatigables grupos taurinos de whatsapp nos informaban cayendo la noche del lunes 29 de octubre del fallecimiento de Alonso Valero, novillero y mozo de espadas que tras meses de estar en delicada situación de salud dejaba enlutado al toreo venezolano y en especial a Mérida, en un año en el que muchos buenos aficionados y profesionales han hecho el paseíllo final.
Querido y apreciado por todos los que una u otra manera formamos parte de este mundo del toro, Alonso Valero fue novillero, uno más nacido en esa cantera de jóvenes aspirantes andinos que con el cobijo de la sierra empezaron a dar sus primeros pasos en una profesión hermosa, dura y difícil. Alonso se sintió atraído por la fiesta, toreando todo lo que podía para dar rienda suelta a su afición. Rodándose con ganado criollo, o como sobresaliente hay dos fechas significativas en su carrera como novillero. En 1.990 se presentó en Mérida el 4 de marzo con ganado de casta, concretamente estoqueó un astado de La Carbonera , con Alonso Díaz, Alí Trejo y Agustín Vázquez. De las cuatro A que encabezaron el cartel, Valero fue el máximo triunfador al cortarle las dos orejas a su novillo. Otra fecha que viene a la memoria es la del 9 de septiembre de 1993 en Tovar, lidiando un utrero de Los Ramirez con el que dio la vuelta al ruedo, alternando con Edgar Peña, Roberto Clemente, Carlos Manuel Chitty y los entonces debutantes sin picadores Manolo López y Luis Prato.
Posteriormente se retiró del toreo activo más no por ello dejó de estar vinculado al toro, se convirtió en mozo de espadas de varios de nuestros toreros y allí siguió dando rienda suelta a su afición y últimamente enseñando a los aspirantes en la plaza de toros de Mérida.
Alonso Valero, siempre será recordado por su humildad y sencillez, conocía de toros pero no alardeaba, se puso delante y nunca “roneó” de ello, el querido caraota como se le decía con afecto e ingenio. Desde aquí un pañuelo blanco se eleva en tu honor torero!
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