22/3/18

Crítica, repelencia y crematística

El derecho a la crítica, nace del conocimiento y del deseo de contribuir a la calidad e integridad del espectáculo taurino. Oleo: bango firma 2000 - milanuncios.com

por: Eduardo Soto Alvarez

A veces, uno queda desconcertado al oír a conocidos taurinos, esgrimir con desparpajo argumentos tan falaces, que no queda más remedio que quebrar una lanza sobre el tema. La verdad es que alguna gente, trata siempre de desvirtuar opiniones valorativas desfavorables con razonamientos disparatados.

Uno de los más socorridos, es pregonar que quien no paga su entrada no puede criticar. Este argumento de orden crematístico carece de lógica, pues de acuerdo con esa línea de pensamiento, quienes podrían criticar más acerbamente serían los de la barrera de sombra, los de sol deberían ser más circunspectos y los tenedores de pases de cortesía no podrían abrir la boca.

Es evidente que el derecho a la crítica no se compra junto con la entrada, existía previamente y no se extingue tras el festejo. El argüir que este derecho pueda fundamentarse en la adquisición de un boleto, tiene las implicaciones de toda índole que ustedes se pueden imaginar, pero a efectos de estas líneas, con lo anterior basta para evidenciar la falacia.

El público asiste a la plaza para ver un espectáculo taurino conforme a cierta normativa establecida de antemano y es su incumplimiento el que genera derecho a reclamo. Los argumentos crematísticos nunca debieran esgrimirse para invalidar disentimientos ni eximir responsabilidades.

El derecho a la crítica, nace del conocimiento y del deseo de contribuir a la calidad e integridad del espectáculo taurino. Querer visualizarlo como una simple mercadería, no solo es improcedente sino perjudicial.

La crítica constructiva debería ser siempre bienvenida por los partidarios de la Fiesta Brava. Pero, siempre existe en el cotarro taurino gente totalmente refractaria, pero cuando se trata de comentarios laudatorios, entonces no les importa de dónde provienen o si han pagado la entrada. Hay de todo en la viña del Señor.

Eduardo Soto Alvarez.

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