25/9/24

Onetoro, la historia de un suicidio evidente y otro soterrado

Un cámara de OneToro, frente a la Puerta del Príncipe. Foto: onetoro - cultoro

*** La plataforma llega a la misma conclusión de la que partió Cultoro TV en 2015 y que se quedó sin inversión inicial justo antes de empezar

Columna: AL NATURAL

fuente: cultoro - por: Marco Antonio Hierro 

Pues resulta que era cierto. A pesar de recibir llamadas calificando la información de Charo Pérez de «estrategia para una negociación en curso», va a ser verdad que Onetoro no tiene un ‘chavo’ para afrontar los pagos que se vienen encima para televisar la Feria de Otoño. Tampoco la de San Miguel, a pesar de que con ésta no se filtró información alguna para advertir de que las retransmisiones anunciadas estaban en el alambre. La llegada de la plataforma a este punto estaba cantada: lo que no se sabía era cuándo iba a acontecer.

Y este anuncio anticipado, del que nadie quería hacerse demasiado caso, no tenía que ver (sólo) con la desorbitante cantidad de dinero que la plataforma había comprometido en forma de derechos de retransmisión; el cenagal de este asunto se encuentra en la forma en que quieren repartirse las ropas del reo los actores que tienen arte y parte en la película, bien por derecho inexcusable, bien por derecho adquirido cuando el hoy reo lucía como prendas recién adquiridas los harapos de hoy. Lo que significa, metáforas aparte, que tanta culpa tiene Onetoro por comprar -por ejemplo- Madrid a cinco millones la temporada con las tres primeras comprometidas en precio -no se ha logrado llegar ni al final de la segunda con la apuesta valiente que se anunció en febrero-, como el entramado empresarial y profesional que se lucra de cada ‘televisada’ a unos precios que están completamente fuera de la realidad. Ahí están: el suicidio evidente de Onetoro y su desembolso irrecuperable -lo que sería una pésima noticia para la industria, si la hubiere-, y el soterrado del propio ‘Sistema’, ese ente incorpóreo y, sobre todo, muy adecuado para cuando no se quiere desvelar a quién se está culpando de las cosas.

Pero conviene ser valiente. Rectifico: no conviene serlo -porque se te vienen encima los gatos en la barriga de un buen montón de interesados-, pero es necesario si queremos de verdad aportar soluciones para mitigar el daño casi irreversible que sufre, hoy en día, una tauromaquia con cáncer. Pero no es la televisión la que lo provoca, sino la que impide la búsqueda de la medicina. Me explico; la falta de público en los tendidos, la ausencia de promoción de los toreros que deben ir tomando el testigo de los que hasta ahora llenaban, la confección de los carteles por adelantado, los cambios de cromos entre los que mandan para elaborar las ferias, la duplicidad o ‘triplicidad’ de funciones de un mismo señor o una misma casa en un cartel determinado. Esas son algunas de las circunstancias que llevarían a análisis a los que tienen que perpetuar su negocio, pero la televisión, la bendita televisión que ‘reconstruyó’ el tinglado, pagaba lo suficiente como para seguir navegando sin necesidad de replantearse nada en un sistema completamente podrido, arcaico, rancio y alejado de la realidad del siglo XXI que ya hace dos décadas y pico que estamos viviendo, por si alguno no se había enterado.

El problema de base, en este momento, no es que Onetoro tenga o no tenga parné para hacerse cargo de la deuda contraída, es que la plataforma se metió en un marrón que le impuso el sistema si quería nacer con unos números alejados de lo que es -o debería ser un negocio sostenible-. Pero es que después, cuando te toca a ti mantener la estructura, retorcer los números para que cuadren y afrontar la verdadera realidad, te das cuenta de que te has hecho trampas al solitario, porque has caído en la misma trampa que la propia tauromaquia se está tendiendo a sí misma. Tú no encuentras los recursos para permanecer, pero ese manoseado sistema no mueve un dedo para adecuar las circunstancias a una realidad que pasa ineludiblemente por Internet. Ya pasaba hace mucho tiempo y se dejó que pasasen los años dejándose querer. Le contaré un secreto:

Hace ya casi diez años, Cultoro intentó poner en marcha un canal audiovisual. Este que escribe, loco como está, pensó que la única forma de que cuadrasen los números era hacer que las corridas que se retransmitiesen, una por una, fueran rentables para todos los actores implicados, y eso pasaba -ineludiblemente- por un reparto de porcentajes. Porque en Internet todo es medible, todo es imputable, todo es ‘repartible’. Nuestra propuesta era la de que todos, empresarios, matadores, ganaderos, cuadrillas, productoras y plataforma de emisión repartiesen los beneficios, pero para eso, obviamente, había que repartir también los costes de una manera proporcional. Así las cosas, no íbamos a pedir dinero a los que montaban el espectáculo, ni a los que atraían el grueso de los pinchazos, ni a los que colaboraban para que el espectáculo resultase un éxito artístico, pero sí que adecuasen sus honorarios al tanto por ciento que marcasen las compras: tantos pinchazos has tenido, a tanto el pinchazo, tanto dinero te corresponde. Y así, para todos.

Hablé personalmente con los empresarios más importantes del panorama, con la Unión de Matadores -entonces perfectamente dirigida por Juan Diego-, con ganaderos y también -por supuesto- con las cuadrillas, representadas por la UNPBE, que también dio su visto bueno después de alrededor de una decena de reuniones explicando un proyecto por el que también decidieron apostar. Hubo empresarios, incluso, que renunciaron a su parte en favor de generar un remanente para seguir retransmitiendo, una vez vistos los números -que mostramos de forma transparente a todos aquellos con los que negociamos-. También en ese aire se mostraron algunos matadores. Es decir, comprendieron la importancia del proyecto en un momento donde Movistar ofrecía lo mollar de la temporada a esos dineros desorbitados y nosotros pretendíamos hacer 100 festejos de la cara B de los festejos con el objeto de promocionar y sustentar también a los modestos con un modelo de negocio sotenible.

Desgraciadamente, el patrocinador principal del proyecto, el que aportaba la inversión inicial para afrontar los primeros 40 festejos que pusieran a rodar la idea, se retiró a falta de tres días para comenzar a emitir, y el proyecto se vino abajo. Lo quisieron imitar después unos advenedizos bajo el nombre de Taurocast, a los que gente que estuvo en esas reuniones les contó la idea, pero fueron prometiendo dinero y con una chequera en ristre para solucionar los problemas, con lo que a ese sistema que vio interesante apostar por lo que le habíamos propuesto se le puso cara de dólar, pero descubrió que en la chequera sólo había papel. Por eso se quedó todo como un erial. Imposible retomar tras ese despropósito.

De todo eso hace ya mucho tiempo, pero sigo pensando que es la única manera de sostener una industria audiovisual en el mundo del toro. Tal vez incluso creándola entre todos -como hace La Liga, por ejemplo- y vendiendo su producto a las plataformas audiovisuales, obteniendo un porcentaje por sectores atendiendo a la aportación de cada uno al producto que se vende. Hay un buen montón de formas de rentabilizar un producto que es top, pero, desde luego, ninguna pasa por desangrarnos entre nosotros sólo para dejar claras las cuotas de poder. Porque la televisión -sobre todo la que viene asociada a Internet- no es que sea necesaria para la pervivencia de la tauromaquia, es que es imprescindible. Y si no somos capaces de mantenerla… es mejor que le digamos al último que no se olvide de apagar la luz.

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