El camino que deben transitar quienes conforman, hoy día, el semillero taurino venezolano, es por demás escabroso. Foto: GCegarra
Es imposible negar que, en Venezuela, en estos tiempos de aguda crisis y aún pandemia el devenir instructivo educativo formativo de los alumnos de las Escuelas Taurinas activas en el país, la “César Faraco” de San Cristóbal, Estado Táchira; la de Mérida y “Rafael Orellana” de Tovar en el Estado Mérida, no se lo tienen fácil, para hacer valedera esa ilusión que tienen dentro de sí, de aprender todo lo del mundo del toro, hacerse algún día, en la medida de sus posibilidades y aprendizaje, profesionales del toro.
El camino que deben transitar quienes conforman, hoy día, el semillero taurino venezolano, para lograr convertirse en profesionales del toreo, es por demás escabroso; son muchas las piedras que deberán saber apartar para alcanzar la meta deseada, de la mano de sus padres y representantes, de sus instructores, de amigos y allegados, pero ello no basta, necesitan también del irrestricto e incondicional apoyo de los aficionados.
El semillero taurino venezolano clama más apoyo, de todos los involucrados en nuestra Fiesta Brava, ganaderos, empresarios, aficionados, estos últimos que poco se lo brindan, no hacen buena presencia en los festejos -reportándose en taquilla- que se organizan para que los infantes aprendices muestren lo que han asimilado en su proceso de formación taurina.
Una verdad, sin ser dueño de ella, que es innegable; y en honor a la verdad, nada cuesta apoyarlos, alimentarles con suma fuerza, entusiasmo, esa ilusión y pasión que les inyecta en sus cortas humanidades, el gusanillo taurino, que sabrá hacer bien su trabajo en ellos, superar dificultades y vicisitudes, en ese camino que habrán de recorrer para convertirse en profesionales y quizás, sí la suerte les acompaña, en figuras del toreo y olé.
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