La foto de la primera corrida tomada por Antonio Trevisi, que además de histórica y de mucho valor, donde se ve que casi por caminos de recua era que se llegaba a la monumental. Foto: A Trevisi
por: Kike Rosales
La historia de la plaza de toros de San Cristóbal tiene un sabor único; pero por arriba de todo demuestra un compromiso de la gente; aquellos que se unieron para echar adelante un sueño.
Geográficamente la ciudad de San Cristóbal es muy distante del resto del país; para venirse el camino es muy largo; más en esos tiempos de hace cinco décadas y teníamos pocas cosas que ofrecer.
Entonces los imberbes de la época decidieron no solo internacionalizar la feria; eso llevaba incluido el objetivo de construir una plaza de toros, bueno de verdad una monumental. La afición taurina motivó a los soñadores de esa época a luchar contra los inconvenientes que se presentan en estos casos: “Cuesta mucha plata”, “¿Dónde lo harán?” O la más firme de todas: “están locos”.
Ante todos esos imponderables igual comenzaron a tratar de echar a rodar todo aquello; contra las voces agoreras decidieron unánimemente no morirse en el intento y hacer efectivo el sueño. Lo más destacado en esto es que era una plaza de toros, no un gimnasio o un estadio (eso vendría después) se basaron en las corridas.
Reuniones iban y venían, tocar puertas que eran cerradas en las narices; pero a pesar de todo ello insistieron con la irreductible convicción que harían algo que nos llevaría adelante como ciudad y que nos proyectaría al futuro.
El compromiso con el desarrollo era tan granítico que decidieron no comprar ellos un metro de terreno, el costo era de diez bolívares, ni tampoco buscar cargos políticos; el reto era uno solo, la ciudad. Quizá hubiera sido más fácil decir que construirían un hotel o un centro comercial o cualquier otro edificio; el mérito enorme es que hicieron una plaza cuando nadie creía en ellos.
Además cuando aquel 17 de Enero sale “Romerito” -el primer toro lidiado en esa arena- les dio también por invitar a gente que nos daría esa proyección tan buscada: Uslar Pietri, Renny Otolina y Abelardo Raidi son vistos en una imagen que muestra lo que habían conseguido estos soñadores, que esta ciudad en el primer mes del año era de montar un evento de calidad con mucha y exquisita concurrencia.
Después vino la Av. España, en la primera corrida existe una foto aérea tomada por Antonio Trevisi; que además es histórica y de mucho valor donde se ve que casi por caminos de recua era que se llegaba a la monumental. Entonces es donde se desarrolla estructuralmente Pueblo Nuevo; vino el estadio de fútbol que se reconoce a nivel mundial como “el templo sagrado”; un velódromo donde hicimos el mundial de ciclismo de 1977; la UNET, esa universidad que para hacerla cuando parecía que la negaban se paralizó la ciudad y se construyó; el estadio de béisbol y todas las instalaciones que se ven en esa parte de la ciudad.
Los días de hoy están metidos en la molestia, las corridas para muchos no tienen el imán de las llamadas figuras, algo que ha sido costumbre; si cuando era portátil, en la plaza Venezuela toreó el Cordobés y el primero que lidió cuando se inauguró la monumental fue “Antoñete,” entonces se convirtió en ley que las máximas figuras vinieran.
La plaza Monumental de Pueblo Nuevo tiene para nosotros mil historias; las taurinas como el indulto del 82 a tres toros de Torrestrella; la alternativa de los nuestros o el triunfo de tachirenses inolvidables, el brindis del Soro a la banda dirigida por el maestro Becerra y el movimiento al compás de un pasodoble de los tendidos. También el susto al salir “embotado” no acordarse donde fue que se dejó el carro; en fin, son como muchas cosas que tiene la Monumental de Pueblo Nuevo para nosotros.
Los tiempos están muy duros hoy día, eso no es un secreto, pienso que lo que hicieron Hugo Domingo, Santos Castillo, Víctor Hugo Contreras, entre otros, en esos tiempos, tampoco sería nada fácil; mire que ir de una villa que no parecía tener más cosas que chicha y pasteles, para construir algo tan grande, generaba risas burlonas y señalamientos poco agradables.
Esta es “mi plaza” y esta la feria que le dio a mi ciudad la proyección a nivel mundial; tenemos un deber con ellas (la plaza y la feria) para salir adelante, casi tan igual a como lo hicieron aquellos locos hace 50 años.
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