El califa de Aragua en compañía de su representante, matador Rodríguez Vásquez, mostrando el trofeo de Ferimar como triunfador en el mano a mano de la década con motivo de los ochenta años de la Maestranza de Maracay. Foto: J: Jiménez
Por: José Luis Jiménez
De nuevo El Califa de Aragua se ha convertido en la noticia de la semana, tal vez por ser polémico y triunfador.
Sus seguidores -que son muchos-, le aúpan al representar una zona muy humilde, con un nombre para las ilusiones y los afanes de los diferentes estamentos que valorizan el fragor popular en los conocidos barrios maracayeros: Alayón y Santa Rosa, donde es admirado por ser consecuente con los ciudadanos que allí habitan apostando por tener un ídolo en la cantera de toreros.
En la acera de enfrente le esperan sus enemigos, quienes para no perdonarle nada, le exigen mucho cuando apenas inicia su tránsito por el escalafón superior. Es tanta la exigencia, que hacen cambiar el sentido verdadero de los hechos donde ha sido protagonista al leerse la realidad con cálculo y malicia.
¿Será un pecado para un torero venezolano haber cortado seis orejas en tres actuaciones, más dos simbólicas por indulto? Además: haber conquistado el trofeo como triunfador absoluto de la Feria de San José 2012, el trofeo a la mejor faena de la Feria de San Sebastián 2013, el trofeo Ferimar en el mano a mano de la década y el premio Amigos Taurinos de Aragua?
Es justo reconocer que el aficionado forma su propio criterio en el mundo taurino al considerarse lo democrático del mismo, donde la participación del monstruo de mil cabezas tiene mucho peso, así lo cambie el presidente del festejo de turno.
El aficionado a los toros está continuamente ejercitándose en la apreciación de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, de lo bello y de lo feo. No es culpable ningún torero de las decisiones que tome el presidente en la conducción del espectáculo, estén acertadas o no.
El espectador de los toros no es un mero aficionado a lo espectacular, ni tampoco exclusivamente un entusiasta de la exaltación embriagadora. Pero cuando tiene la oportunidad de las comparaciones se convierten algunos en presuntuosos y despreciativos de lo autóctono.
En la corrida celebrada el domingo 03 de febrero en el coso calicantino, el torero de Maracay compartió con el maestro Leonardo Benítez en un tercio de mucha prestancia, arriesgando una barbaridad y asomándose escalofriantemente al balcón para colocar banderillas. Con la muleta, El Califa de Aragua conjuntó faenas de empaque y largura, con múltiples virtudes y alguna que otra carencia lógica, en cuanto a carecer de suficiente rodaje.
Debemos tener presente que el difícil acceso a torear que padecen muchos matadores venezolanos, quizá justifique ir a la desesperada en busca del hipotético éxito con el oficio necesario que demanda la plaza.
El Califa de Aragua, a pesar de lo volátil de su carácter, ha demostrado estar en un momento interesante de su carrera. Sigue manteniendo su arte y gusto para hacer las cosas y tiene el valor y la decisión suficientes para ser tomado en cuenta. Queda pendiente su actuación del venidero domingo en la Feria del Sol en Mérida y es posible concrete su repetición en la Feria de San José de este año donde, sin explicación alguna, le dejaron por fuera sin tomar en cuenta el triunfo contundente del pasado año.
Quienes tratan con desprecio lo nuestro es bueno que lean esta frase de Baltasar Gracián que dice:
“Triste cosa es no tener amigos, pero más triste debe ser no tener enemigos, porque quien enemigos no tenga, señal de que no tiene: ni talento que haga sombra, ni valor que le teman, ni honra que le murmuren, ni bienes que le codicien, ni cosa buena que le envidien.”
Por todo esto, quienes le adversan deberán aceptar que a pesar de su modesta situación “El Califa de Aragua suma y sigue.”
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