11/6/19

Significado de los avisos en el toreo

Banda Taurina en la Plaza Monumental de Aguascalientes. Foto: ytimg.com

Columna: RETAZOS TAURINOS (LV)

por: Eduardo Soto Alvarez.

• En una corrida a la usanza española, a cualquier matador se le puede ir el toro vivo para los corrales, al completarse los tres avisos. El aviso es una advertencia del Presidente al torero, sobre la duración de su faena y el tiempo permitido por el Reglamento. Por ejemplo, el de la Ordenanza Taurina de Mérida de 2015, establece que el primer aviso se dará a los diez minutos, contados desde que el diestro despliega la muleta, aunque puede alargarse cuando, a criterio de Presidente, se esté ejecutando una faena de mérito.

Antiguamente, la muleta era un simple artilugio para hacer humillar al toro y ejecutar la suerte suprema; en el toreo actual, la faena de muleta ha llegado a ser, según Cossío, la parte más importante y bella de la lidia.

Al ir adquiriendo importancia la muleta, va surgiendo también la necesidad de reglamentar su faena y asignarle un marco de tiempo, por cuanto el toro se avisa, sus fuerzas van mermando, se aploma y entonces se dificulta más entrar a matar. Adicionalmente, hoy día, existen razones ajenas al arte, pero no al negocio taurino, como puede ser el caso de las transmisiones en directo por TV.

Los dos primeros avisos son meras advertencias de la Presidencia sobre la precariedad del tiempo, no entrañan ninguna valoración de la actuación del torero ni de las condiciones del burel; pero el tercero, es una penalización que a ningún matador le gusta recibir.


• Existe una anécdota sobre César Girón, que nos demuestra el alfa y omega de la actuación de un torero en una misma tarde. Resulta que, en Pamplona, con un encierro de Pablo Romero, le cortó orejas y rabo a su primero, pero en su segundo escucho los tres avisos; no obstante, fue llevado a hombros hasta su hotel y tuvo que salir al balcón varias veces a saludar a la afición que lo aclamaba. Este fue el único toro que se le fue vivo para los corrales, en toda su carrera.

• Sin embargo, El Vito nos refiere otra anécdota de nuestro gran diestro con Ava Gardner, que algo tiene que ver con la anterior. Resulta que, en Madrid, la actriz apostó a que Girón no cortaría orejas esa tarde y éste respondió que apostaba todo menos dinero. César le brindó su primer toro y Ava le tiró su pañuelo pintado con un beso, hizo una gran faena, al entrar a matar, colocó el pañuelo en la testuz del toro, la estocada hizo rodar al toro sin puntilla y Girón cortó las dos orejas. Al regresar al hotel, la actriz lo llamó dispuesta a pagar su apuesta, pero se impuso la responsabilidad torera y César se disculpó, aduciendo que en tres días tenía una corrida muy importante, la actriz se enfureció y le tiró el teléfono, no sin antes endilgarle el apelativo que ustedes se imaginan. Los detalles de la anécdota sugieren, que el Pablo Romero de Pamplona, no fue el único ejemplar que se le fue vivo para los corrales a nuestro gran César Girón.

• Al contrario de lo que acontece actualmente en la Fiesta Brava, en las novilladas del Tovar de antaño, el animal que se prestaba para el mayor lucimiento del torero, se ganaba la muerte y no la vida. En esos festejos, se lidiaban novillos criollos que normalmente no se mataban, sino se enlazan para retirarlos de la arena al final de cada lidia. Sin embargo, en caso de una faena excepcional, se hacía una colecta en los palcos para pagar al propietario (generalmente ganadero o peseros) la muerte del animal, a no ser que algún aficionado pudiente o achispado se encargara de solventar el asunto.

A veces, el ganado era prestado sin costo por un distinguido ganadero tovareño que lo traía del llano, pero habitualmente los novillos eran alquilados por el Concejo Municipal, la junta de Ferias o algún aficionado que fungía ocasionalmente de empresario y, una vez toreados, regresaban al campo para continuar su ceba o se iban beneficiando de manera paulatina en El Degüello, como se llamaba popularmente en Tovar al matadero, pues el mercado local no podía absorber tanta carne de una sola vez. Esta circunstancia encarecía el costo de premiar con la muerte un segundo novillo en el mismo festejo. Así pues, en nuestra plaza cuadrada de La Plazuela tovareña, nunca hubo dudas de que las tardes más triunfales, resultaban siempre las más costosas.

• Una mala lidia o una muy prolongada, puede descomponer un toro y acentuar sus malos hábitos. Puede causar que se avise y atienda más al bulto que al engaño o se aplome y se pare en el último tercio de la lidia, ganando en sentido lo que ha perdido en facultades.

Eduardo Soto Alvarez.

08/06/2019.

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