14/4/19

ESCUELAS taurinas, aulas formadoras de toreros y ciudadanos libres

La Escuela Taurina de Mérida:  Los  maestros Jonathan Guillén y Francisco "Chico Paredes" junto a sus discípulos  en la primera  clase práctica  de 2019,  en la ganadería Los Ramírez.

***La condición artística de un alumno  en una academia taurina, como el arte, el sentimiento, la gracia, clase y hasta la elegancia, no se  enseña ni  se aprende   en ninguna  Escuela Taurina del mundo.

***Si tomamos en cuanta  aquello de la escuela sevillana y rondeña,  en Venezuela  en sentido figurado  existirían  dos tipos, la central: con Maracay al frente, y la andina desplegada en Mérida y el Táchira. 

Por: Freddy Ramírez “Garapuyo” 

La tradición antigua de enseñar en las escuelas taurinas sigue en boga con maestros de renombre, por supuesto el modernismo con sus herramientas tecnológicas ha entrado  a   las polvorientas, arenosas y soleadas  aulas  suavizando  un  tanto aquella reciedumbre con que se impartía  clase en  ogaño, si no pregunten  como enseñaba  Don. Pedro Pineda.

La Escuela primera.

Recordamos aquellas escuelas donde había un maestro  que impartía clases  a los niños de primer, segundo y tercer grado;  en otras había  un segundo  maestro o maestra que daba clases a los de cuarto,  quinto y sexto grado; todo en una sola aula,  los primeros grados antes del mediodía,  los demás por la tarde. Aquel  maestro tenía que dar diversos temas que  iban   desde la historia universal, geografía e historia de Venezuela, pintura y dibujo,  educación física,  hasta la  moral y cívica que se enseñaba.  

Antes era obligatorio el Manual de Carreño,  en esas  escuelas ese  maestro con personalidad, autoridad, estilo de enseñar   moldeaba  conduciendo al   individuo hacia los  buenos modales,  formando ciudadanos educados y útiles.   

Escuelas  con   pénsum, método de estudio que había que cumplir a rajatabla. ¿Castigos?, sí; para los mal criados y muy fuertes; en Venezuela con  el arribo  de la  “revolución”,  todo cambió radicalmente,  formando y que al  “Hombre nuevo”...

El maestro de la escuela César Faraco  de San Cristóbal Ramón Álvarez “El Porteño” con sus pupilos  en la ganadería  Rancho Grande.
Escuela Taurina.

Con aquel formato de antaño de  aquellas referidas  escuelas de  primaria, aunado al modernismo, las distintas escuelas taurinas de Venezuela y de otras latitudes, siguen aferradas al tradicional  modelo de enseñanza  con un maestro  muy curtido  en la materia, por lo general,  matador de toros,   que  imparte sus conocimientos,  desde los que empiezan, pasando por los aspirantes  y   quizás hasta  formar un novillero.

Normas.

Los alumnos, maestros, padres y representantes, directivos, autoridades, público, curiosos, prensa  y  demás,  cada quien en su sitio.  Hoy día  vemos cómo  los  padres se involucran junto a sus representados  en el   aula  de clase;  algunas veces hasta  viajan acompañando a los muchachos a las clases prácticas, y tentaderos, (proteccionismo); -lo pueden hacer- pero  sin intervenir,  ni ofuscarse  al  obligado  toque de  atención, alguna vez  con frases altisonantes al recurrente discípulo, que no se ha quedado  quieto o que sale corriendo despavorido  a la hora de ir a la cara.

Jonathan  Guillén, indicando  cómo se llevaría la clase práctica  donde intervendrían en rol  protagónico sus alumnos. Recordemos que en una clínica, clase práctica con un  matador de toros  invitado, éste como tal debe estrictamente limitarse a dejar ver la res  por ambos pitones, para  después  dar  las respectivas voces, apuntar, explicar, indicar, todo lo que  haya que corregir  y no ser  estrella toreando hasta “ordeñar” todos los pases que tenía la vaquilla,  que por consiguiente  con la lengua fuera  la  abandona para que los alumnos pasen  a un segundo plano llevando achuchones y golpes  por doquier.

Obligación. 

Los alumnos anteriormente  -no sé ahora-  obligatoriamente tenían que estar  al tanto de cualquier tentadero;  ese alumno  en ocasiones pedía  permiso al maestro,  si estaba  preparado podía  ir,  el muchacho  con todas las penurias del mundo llegaba al tentadero, en ocasiones  el  joven  se presentaba al ganadero diciendo quién era y de dónde  venía;  en otras permanecía  escondido  esperando  la hora del tentadero y su turno;    estando  medianamente bien, era invitado a la mesa  y  hasta cama  le  ofrecían. 

Las escuelas modernas distan mucho de aquellas antiguas donde el maestro se ponía de acuerdo con el ganadero,  para que a los tentaderos acudiesen los  más adelantados;  aquello era durísimo: Comida  limitada, dormían donde les caía la noche, en ocasiones tenían que caminar horas y horas  para llegar a los tentaderos.  

Todo cambia con la metodología y la academia,  ahora, lo que nunca cambia son las ganas, empeño  y sueño de un alumno que quiera ser torero

Pensum y métodos.   

Ahora mismo las distintas escuelas de tauromaquia han querido modernizar la enseñanza  en lo académico  con los pensum de estudio, donde aparte  de  enseñar a torear también se les imparte conocimientos de dibujo, pintura, escultura, historia de la tauromaquia, cultura taurina y  hasta  idiomas.

Cada escuela  tiene normas qué cumplir, deberes y obligaciones, todo aunado a  las herramientas  como  videos, películas, cámaras lentas, espejos,  clases prácticas, hasta existen firmas comerciales, con  televisión incluida, con hacedores de imagen, que se apuntan en  hacer a como dé lugar novilleros  a granel, existen  las  novilladas de concurso como  “Se busca un torero”;  también hay  bolsines y  las novilladas de feria. 

Con lo primordial aprendido  el novillero formado  en la Escuela que dirige el maestro Ramón Álvarez, el novillero  Rando Miguel se apresta a viajar a España. Allí segun el Maestro,  "Rando se  conseguirá  con otro mundo, un mundo muy  duro, el real; allí con su empeño, disciplina, sacrificio y su talento,  de seguro lo llevará por el buen sendero. Ojalá y le ayuden, el factor suerte también cuenta."...  Ya egresado  de una escuela, un buen alumno nunca se desprende del maestro, en esta nueva etapa, ya sea de novillero con picadores o matador de toros, el maestro pasa a ser su consejero.  Al contrario de los padres de los muchachos que por entero tienen  que dar un paso al  lado, pues el “proteccionismo” de éstos es mal visto y hasta perjudicial.

Prensa.

La prensa tan necesaria e importante, en ocasiones perjudica,  pues  hemos conocido también  cómo un pequeño conflicto  en determinada  escuela  que  se puede  zanjar  hablando entre  las  partes y así   no   llevar esa nimiedad   a la página de  sucesos del  “N. York Times”.

El Valor.

En estas escuelas no existen grados, cursos de verano, ni  el estudio apurado  nocturno  para presentar un examen al otro día; tampoco sirven los padrinos,  el color de piel, religión, lo  alto o bajo de estatura, si eres  carita o no;  acá, por encima de todo,  lo primero que se  mide  con  mucho rigor es el valor de cada quien; algunos lo tienen muy medido o al límite,  dicen que la  falta de valor se supera con la técnica  y el mucho torear…

La quietud.  

En segundo término está  lo de  quedarse quieto; el maestro ve  y califica,  lo quieto o no de un muchacho en una clase práctica; acá el que se mueve es el capote y  muleta, todo  al ritmo  y  temple que pueda  imprimir  el discípulo, los pies del ejecutante  deben  estar obligatoriamente muy quietos y firmes sobre la arena…  Otro de los aspectos que el maestro  observa   en un alumno sería la actitud y empeño a la hora de ponerse por delante; también califica  la afición, disciplina, respeto, amor por la fiesta, el saber escuchar y capacidad de  asimilar lo enseñado.

El arte. 

En cuanto a la condición artística de los alumnos en una academia,  el maestro, desde  los inicios se da cuenta quién ha traído consigo desde su nacimiento   el aroma del arte; al igual que el sentimiento, la  clase y hasta la elegancia,  características que  por ser  tan propias no se  enseñan ni  se aprenden  en ninguna  escuela taurina del mundo.

Estilo.

En una escuela de tauromaquia  la personalidad, el respeto, paciencia,   la forma de torear, el estilo de enseñar y sobre todo la forma de expresar  lo que enseña un  maestro de escuela,  es significativo  para el alumno que se está formando,  pues vemos como  algunos  muy permeables de bajo rendimiento, toman de un determinando  maestro  su   estilo,  formas  y hasta sus   amaneramientos.  

El torero científico.
 
Está muy trillado aquello que hacer un torero es difícil  y sacar un torero Figura del Toreo es tan difícil  como  sacarse el premio mayor -el gordo-  de la lotería.  Por supuesto que  de esas escuelas  egresan con abundancia  los toreros valientes de valor, los  perseverantes, los batalladores, los toreros clásicos; poquitos o contados son los artistas  y  muy de vez en cuando sale  un prodigio,  que con el devenir del tiempo  se convierte  en aquel  torero que  por sus profundos conocimientos de los toros, las suertes, su  gracia, elegancia, arte y demás condiciones  se le podría denominar como el  torero científico -no perfecto-  de este tipo,  -creo  no estar equivocado-  que  hoy  día  existe  uno   y quizás dos al máximo,  ahora mismo,   uno   se restablece  de  un percance en corrida de toros.

Trabajadores.

Por ahí siguen saliendo aquellos románticos, mecenas con mucho dinero que ayudan a los talentos;  también existen los padres adinerados que invierten grandes cantidades en euros y dólares para  formar desde la  escuela taurina a un posible torero; para ellos el  reconocimiento  y  respeto. De la misma forma, también salen a montón  toreros  con una condición artística limitada  que se convierten en  auténticos matadores  de toros jornaleros de la fiesta.

La rondeña, sevillana… 

En los inicios de las clases para aprender a torear,  el maestro y  gente versada, intelectuales, críticos, aficionados siempre  se refieren  a la escuela  rondeña y  la sevillana,  con  Los Romero,  Fráncico y Pedro, Pepe Hillo y Costillares, después citan la escuela Cordobesa, aquella de Manolete y  La Belmontina de Juan Belmonte,  en México se habla  de la Escuela Manolista  que dejó   Manolo  Martínez.

En referencia a este tipo de escuelas, se podría decir que es mera  terminología  o simplemente una cuestión de estilos y formas;  pero ojo, ese concepto ha trascendido  a través del tiempo hasta nuestros días;  en Venezuela y en Maracay, por  ejemplo, se escucha entre aficionados  aquello de  la escuela  Diamantista y la Gironista, (El “Diamante Negro”  y los hermanos  César,  Francisco “Curro  y Efraín Girón), quienes  marcaron una época como toreros de gran renombre internacional, -César fue un figurón del toreo-  de ahí, quizás,  aquello de "La cantera  de Aragua".

Me atrevo a decir  que   en la Venezuela taurina  actual,  existen, en concepto  figurado, dos  tipos  de  “Escuelas”: La  central  en Maracay y la andina, con la  seboruquense, la  Tovareña  y  por  Mérida  resalta  una muy  singular,   la  del maestro  Mauro Pereira, que a lo largo de 30 o más años como banderillero, instruyó a muchos  e inspiró   a otros,   para que hoy  profesionales  brillen  con luz propia en el firmamento de los toreros de plata. 

La actualidad. 

En resumen,   hablar  de  escuelas taurinas en este mar de calamidades que vive Venezuela,  sería algo así como  describir  algo fantástico.  Escuelas  que  permanecen activas gracias al romanticismo de algunos y  con una  ayuda gubernamental  escasa.  En Mérida se da el caso que un docente lo paga la Alcaldía del Libertador y otro el Complejo Recreacional Mérida, (Coremer), organismo dependiente  de la Gobernación del Estado Mérida.  En un futuro no lejano, actualizando el carácter de  Unidad de Atención al niño y adolescente, la escuela podría recibir donativos de empresas, mientras tanto la Escuela taurina de Mérida, -conocida también por haber llevado grabado el  nombre del maestro Humberto Álvarez- continuará pidiendo ayudas  para poder asistir a las  clases prácticas y  tentaderos en las ganaderías.

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