17/4/16

Apuesta por lo clásico

Foto: las-ventas.com

* Destaca Curro Durán. Vuelta Vanegas

tomado de: MUNDOTORO - por:

La espada quitó resonancia a sus actuaciones, pero sin siquiera salir a saludar, los pasajes más artísticos de la tercera novillada del año en Madrid corrieron a cargo del debutante Curro Durán. Hijo del matador de toros sevillano que alcanzó predicamento y notoriedad en el primer lustro de la década de los ochenta, este nuevo Durán apuesta por el toreo clásico y estilista, y su fina manera de interpretar llega pronto al tendido. Sin embargo, su medido rodaje se hace especialmente palpable a la hora de manejar los aceros, asignatura en la que ha de seguir incidiendo.

Con una novillada fea y basta de Guadajira, que embistió conforme a su construcción, también cotizó la fibra impuesta por el venezolano Manolo Vanegas, que se dejó pegar tres volteretas, reeditó la imagen del pasado año y puso de manifiesto sus ganas por abrirse paso en nuestro país. A Amor Rodríguez por su parte se le vio más centrado con el segundo, al que cuajó una faena más estructurada y de mejor acabado que la del quinto. A ambos trasteos sin embargo los unió el deficiente manejo de los aceros.

Se presentó Curro Durán en Madrid con un ‘zapato’ de Guadajira, el mejor hechurado de los seis, cuya movilidad tampoco estuvo acompañada de clase, pues su embestida nunca viajó metida en las telas. Estuvo inteligente el sevillano dando metros al toro para aprovechar su inercia y de ese modo consiguió plasmar sobre la arena capitalina un concepto de agradables formas. Faltó ligazón para que su faena hubiera calado con más fuerza y sobró metraje, pero se vio con agrado su desenvoltura.

Luego se fue a chiqueros a saludar al sexto, otro novillo feo que completó la escalera de Guadajira. En línea del resto del envío, el animal resultó deslucido, complicado, midiendo y quedándose corto. El torero sevillano volvió a dejar buena imagen, muy asentado en la arena y afrontando la lidia con mucha convicción. Los muletazos aislados que robó al astado, especialmente con la zurda, tuvieron su mérito. La espada fue su único lunar.

Amplio de sienes, el colorado primero se movió siempre con genio, descompuesto y soltando la cara, y su molesto calamocheo deslució el final de los muletazos de Manolo Vanegas, que se plantó en la arena con firme y decidida actitud lo que le llevó a sufrir un par de volteretas, la última de ellas de órdago al tratar de cerrar su faena por manoletinas. Su empeño sirvió para extraer un ramillete de estimables naturales. Más fuerte el cuarto, se templó a la verónica Vanegas y luego volvió a aplicar decisión y fibra con un astado de escasa raza que se afligió cuando el venezolano le pudo. Aunque la petición, fruto sobre todo de la estocada, fue insignificante, el tachirense decidió dar la vuelta al ruedo.

Bajo pero sin cuello y muy abierto de cuerna, el segundo fue otro astado que se meneó pero sin humillar nunca. Se le vio con oficio a Amor Rodríguez, que incluso llegó a acompañar con cierta estética sobre la mano derecha el viaje del animal en una labor con criterio y estructura que sólo tuvo la mácula del deficiente uso del descabello. También resultó deslucido el quinto. El de Torrejón anduvo largo rato tratando en vano de obtener lucimiento antes de volver a demorarse con los aceros.


Plaza de toros de Las Ventas. Cerca de un cuarto de entrada.

Novillos de Guadajira, presentados en escalera. Feos y bastos en su mayoría.
El terciado tercero fue el de mejores hechuras. Novillada de áspera y desclasada movilidad. De más opciones los tres primeros.

Manolo Vanegas, ovación y vuelta tras aviso;

Amor Rodríguez, silencio tras aviso y silencio tras dos avisos;

Curro Durán, silencio tras avisos y silencio tras aviso.

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