Sábado 18 de Mayo en San Cristóbal


Bono de colaboración desde 10 $ en: Asogata, 
Escuela Taurina César Faraco: Plaza Monumental, Pueblo Nuevo  
Restaurante Miura: Calle 18 con carr. 20, San Cristóbal 
Contacto: 0412 658 4112

30/3/16

Detalles que se hacen inolvidables en la fiesta brava

En San Cristòbal, algo verdaderamente singular al efectuar el paseíllo, pues los matadores no lo hicieron en el orden correcto. Foto: J Cepeda

por: Eduardo Soto

En todas partes existen rasgos particulares que imprimen a la Fiesta Brava sabor local; algunos son permanentes, otros se presentan de manera ocasional; y unos y otros, pueden ser provechosos o negativos.

Verbigracia, en Las Ventas no hay música; en Bilbao usan banderillas de lujo adornadas con tela; Sevilla tiene sus profundos silencios; en Córdoba no quedan califas; en Acho se baila una marinera a mitad de festejo; en México la vuelta al ruedo es al contrario; en Tovar hay que alfabetizar la autoridad taurina; en Maracaibo se agostan las trinitarias; en Maracay hay carteles mudables y escaños vacíos; en Achaguas desborda la portátil de gente y trofeos; en Valencia, muy lamentable, su plaza inactiva; en Mérida el paseíllo tiene un lustro con Alguacililla; en San Cristóbal el quehacer taurino se enrarece; y por doquier surgen asechanzas contra la Fiesta Brava.

Pues bien, recientemente han ocurrido un par de situaciones que merecen comentario más extenso. En la última Feria Internacional de San Sebastián: FISS, hubo una tarde para el olvido; no obstante, pasaron cosas tan extrañas que la van a hacer recordar por mucho tiempo. El 28 de Enero de 2016, se anunció un encierro de la ganadería de Santa Fe, el cual fue rechazado en su totalidad por la Comisión Taurina, lo que produjo inusual revuelo en el ambiente taurino tachirense. En tales circunstancias, se recurrió a una persona de peso en la materia, quien procedió a suplir toros para que pudiera celebrarse el festejo, el cual fue aplazado un par de horas y los aficionados pudimos presenciar el curioso espectáculo de los camiones atravesando el ruedo rumbo a chiqueros con los bureles de recambio.

El matador español más antiguo, al conocer la situación no salía de su asombro e insistía, bisoño en estas plazas, que había venido a lidiar un encierro de Santa Fe, lo que al parecer produjo al final la aceptación de una de las reses rechazadas (o habrían traído una menos) para que la lidiara el riojano. Este, para su infortunio, logró su deseo en el sorteo al tocarle en su lote, a no ser que nos hayamos retrotraído a los tiempos pre-mazzantinos o haya habido consenso en asignar las reses. El de Arnedo, reconocido por su estilo clásico pero muy desconcertado esa tarde, tuvo una infeliz actuación.

Para complemento, ocurrió algo verdaderamente singular al efectuar el paseíllo, pues los matadores no lo hicieron en el orden correcto. El primer espada español se colocó en su sitio, pero el otro se ubicó en el extremo opuesto y le correspondía ir en el medio por ser el de menor antigüedad; lugar equivocado en el que desfiló el diestro local. Para la lidia, los toreros recuperaron la debida precedencia. Aunque fuese solo por este detalle tan fuera de lo común se recordaría aquella tarde, en la feria que marcó el estreno de la novel Comisión Taurina local.


Pero además, por si todo lo anterior fuera poco, nuestro diestro brindó el quinto ejemplar a un conocido empresario venezolano, presidente de un importante grupo privado del país. El matador falló con la espada, no tuvo trofeo en ese toro, pero dio vuelta al ruedo, acompañado por el industrial, en medio de las aclamaciones del público de la Monumental de Pueblo Nuevo. ¿Quién podría fácilmente olvidar una tarde pletórica de detalles de tan insólita y variada naturaleza?

Por otra parte, el pasado Jueves Santo, ocurrió algo también excepcional en el festejo en honor del Nazareno de Achaguas. En corrida mixta, los toreros de a pie acumularon siete orejas y dos rabos y el de a caballo dos más uno, lo que alcanzó para completar una docena de trofeos otorgados en plaza rebosante de público al comienzo y de premios al final. La parroquia local respondió y, seguramente, lo pasó en grande a juzgar por el ejercicio tan extremo de taurina dadivosidad. Al no haber estado presente, es imposible apreciar si el resultado matemático coincide con el artístico; pero, en todo caso, habría que congratular a quien corresponda, pues los doce apéndices cercenados van a figurar en el libro de records de Guinnes y, sin duda alguna, entre las curiosidades de nuestra Fiesta Brava.

Eduardo Soto

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