La Comisión Taurina supo resolver situaciones delicadas con tiento y sin trastiendas, lo cual la ratifica en lugar destacado. Foto: blog deltoroalinfinito
por: Eduardo Soto,
La reciente Feria del Sol brilló con esplendor y nos ofreció tardes para el recuerdo, pues venciendo dificultades de variada índole y con el material del que pudo disponerse, se lograron resultados que sitúan su edición 2016 entre las mejores que recuerda la afición.
Por supuesto que nada es perfecto en este mundo y siempre existirán, aquí, allá y acullá, voces que se aferran a un purismo simplista inexequible en nuestras actuales circunstancias, las cuales pretenden desvirtuar lo que presenciamos y disfrutamos en la Monumental de Mérida.
Pero esta vez no lo tienen fácil estos voceadores de lo negativo, incapaces de paladear sin acíbar las mieles de la tauromaquia y que se regodean al fijar su atención, a veces desde lejos, solamente en las fallas, deficiencias y errores que hayan podido cometerse, en una especie de ejercicio de complacencia egocéntrica reservado únicamente a sedicentes genuinos aficionados. Tanta estrechez del espíritu taurino no deja de causar cierta tristeza.
En líneas generales, esta Feria estuvo cuajada de connotaciones positivas poco comunes, de las cuales bastaría señalar las siguientes: Por primera vez el Manual del Aficionado Taurino fue bautizado en el Salón de Sesiones de la Academia de Mérida, haciendo resaltar aún más la esencia artística de la tauromaquia; también quizás por vez primera en el orbe taurino se lidia una corrida con la presencia en el Callejón de la Plaza de Toros de un Ilustre Arzobispo Metropolitano, por añadidura, en este caso, entendido y veterano aficionado; la gran asistencia del público a las graderías de la Monumental de Mérida está cargada de buenos augurios, sobre todo la presencia masiva de jóvenes, que culminó con una tarde de lleno hasta la bandera; y, para rematar, el subalterno de Ponce postrado en medio del ruedo ante su Maestro, los dos con lágrimas en sus mejillas, ambos embargados de éxtasis taurino.
Indiscutiblemente el Astro Rey de esta Feria del Sol fue el Maestro Enrique Ponce, sus faenas de ensueño sentaron cátedra de sapiencia y entendimiento del cornúpeta. Ponce no solamente torea bien sino que produce en sus compañeros de cartel un inusual esmero en su desempeño, es elemento desencadenante de lo mejor del arte taurino entre sus propios colegas y es factor multiplicador de la afición cuyas repercusiones van allende del público que tienen la suerte de presenciar su pasmosa habilidad.
Vale la pena recordar que el Maestro Ponce ha cortado los dos últimos rabos concedidos en la Monumental de Mérida, el de 2008 rematado con su estoque certero y el de 2016 cercenado con la arista tajante del magnífico indulto, rabo ahora permitido por el nuevo Reglamento.
Además del Ponce intérprete paradigmático de la tauromaquia, pudimos apreciar también al Ponce académico, ciudadano ejemplar y demócrata convencido, pues no podemos dejar de subrayar con agradecimiento que su presencia en Venezuela obedeció también a su interés solidario, oportuno y pertinente por la difícil coyuntura que transita nuestro país.
De los diestros venezolanos quisiera destacar la actuación de El Califa de Aragua. Hassan ha progresado un mundo desde su actuación en la Feria del Sol 2015, se le nota más cuajado, más seguro, derrocha garbo y tiene valor. Todavía le falta moderar ímpetus que imprimen indebida celeridad a sus maneras y a su toreo. En mi opinión ha debido repetir oficialmente como mejor torero venezolano, pero no es tan fácil para los diestros de la cantera de Aragua, acumular triunfos en predios merideños.
En cambio, nuestro paisano de Tovar debió estar más a la altura de su trofeo del año anterior, esta vez inalcanzable para todos ante el magistral desempeño del Monstruo de Chiva. Generalmente, en la segunda mitad de sus faenas de muleta, el paisano entra en fase recesiva y empieza a destorear (valga el neologismo), se le olvida que no está actuando en la plaza portátil de un villorrio perdido en la sierra peruana y que es el porta estandarte del escalafón superior de nuestra torería. Ha estado bien en la suerte suprema, pero sus estocadas han tenido efecto retardado y no salen del todo limpias, pues casi siempre hay derrame.
Rafael debe ganar sus trofeos más a ley, con su capa, espada y muleta y no con la muletilla del paisanaje, que han encubierto muchas (quizás demasiadas) falencias durante el último año. Su toreo luce al menos estacionario y necesita una dosis adicional de sana ambición que despierte de nuevo sus instintos de superación. El Matador bien sabe que cada vez se le exigirá más, pero no debe arredrarse pues con ánimo, voluntad y tesón todavía puede mejorar.
Así llegamos a terrenos de Jonathan Guillén, el otro torero de la tierra. Para comenzar habría que decir que el diestro tiene mucha suerte pues le tocó el mejor lote, entre ellos para mí el mejor toro de la feria, cuyas condiciones lo conducían directo a inobjetable indulto, pero... También hay que decir que el matador no lo supo aprovechar y lució muy por debajo del astado, por lo cual no se justifican los dos auriculares como premio al desconcierto e incapacidad del lidiador que no sabía qué hacer con tamaño burel.
Que el torero hizo lo mejor que pudo, que tiene poco rodaje, escasas oportunidades, que vale la pena echarle una mano, todo eso es entendible, pero lo incomprensible (salvo por consideraciones localistas) es que además se le haya hecho acreedor al título de mejor torero venezolano de la Feria. Todo tiene su límite, creo que al final no se le está haciendo favor alguno al torero, su trofeo es como el dinero inorgánico, se imprime sin respaldo, lo cual es contraproducente.
A mi manera de ver el asunto se hubiera saldado con indulto más oreja, pero las cosas a veces resultan desproporcionadas y es ahora profeta en su tierra. Al torero no le queda más remedio que sobrellevar lo mejor que pueda la onerosa responsabilidad que sus paisanos han puesto en sus manos poco experimentadas. Ojalá y nos proporcione agradables sorpresas, en todo caso hago votos porque esté a la altura de las circunstancias.
A la Empresa nuestro enhorabuena por el resultado artístico logrado y por su acertada visión para captar nuevos aficionados entre la juventud universitaria de la ULA, que viene de los cuatro puntos cardinales y su efecto saludable podrán repercutir a lo largo y ancho del país, especialmente tras grandes tardes como la inolvidable del Lunes del Carnaval Taurino de América.
La Autoridad Taurina lució más acertada, en los festejos iniciales su conducción rayó en lo impecable, salvo la vuelta al ruedo en el arrastre a un toro que lo merecía menos que el inmediato anterior; todo marchó sobre ruedas hasta la tarde de final de Feria, en que recrudecieron brotes de localismo y las cosas se embarullaron, quizás debido a la creciente concesión de trofeos y al desborde democrático al rotar la presidencia del festejo en cada toro, lo que ciertamente dificulta la aplicación del mismo listón a lo que acontezca en la arena.
No obstante, visto el balance general, podemos mostrar satisfacción pues la Comisión Taurina supo resolver situaciones delicadas con tiento y sin trastiendas, lo cual la ratifica en lugar destacado entre las que orientan la Fiesta Brava en nuestro país.
Eduardo Soto,
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