por: José Luis Jiménez
A pocos días para despedir este año, la fiesta taurina en nuestro país mantiene una alta preocupación en cuanto a su futuro, derivado de la crisis económica mundial.
Las empresas de las grandes ferias por realizar (con justificada razón), se ponen nerviosas y deshacen todo el tinglado ajustando carteles para honrar los compromisos. Se desprende tal apreciación en base a los resultados económicos de ferias que las antecedieron donde no se admite paciencia, porque todo no es nadar en aceite.
De modo que, sobre esta base, justificamos como aliciente lo sucedido en España: La matriz y génesis del toreo, tampoco escapó a la crisis en la recién finalizada extensa temporada donde se quedaron más de tres mil toros en el campo sin poder ser vendidos, a pesar de la fortaleza del euro.
Entonces ¿qué podemos esperar nosotros? La mayoría de los taurinos exigen un abono con muchos alicientes, donde estén figuras del toreo, sin tomar en cuenta que en ocasiones organizar estos festejos roza lo indecente, por los honorarios causados en dólares esquivos y la serie de trámites para adquirirlos.
El lector podría preguntarse si debería omitirse la contratación extranjera para dar paso a nuestra reserva de toreros nacionales que alivien los costos. Esa sería una respetable opinión que, lamentablemente, tendrá una respuesta nada agradable. La mayoría de nuestros toreros han sido troquelados con el desprecio de los españoles quienes no gustan ceder ni un milímetro de espacio para que los nuestros hagan una carrera profesional que tenga un camino cuajado de frutos. El resultado trae como consecuencia que muchos de los nuestros sirvan de “teloneros” para no imitar a los peruanos, quienes alejados del nacionalismo admiten tres extranjeros por corridas.
De igual manera debemos recordar que en Venezuela algunos privilegiados (tanto por las empresas como los ganaderos), han toreado lo suficiente para mantenerse como imprescindibles, pero la borrachera de algún triunfo y sus amigotes los sumerge en el conformismo para tener techo y no pasar de medianías.
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