El interesante artículo fue publicado, el 29 de agosto de 1977, en el Diario "El Nacional" de Caracas, Venezuela, por el también recordado José Visconti, periodista, locutor, escritor y profesor universitario venezolano, quien se hizo muy popular en el país debido a su trabajo en televisión como presentador deportivo en RCTV y Meridiano Televisión.
A continuación, su entrevista a "Caremis" para el conocimiento de los amables lectores aficionados a la Fiesta Brava:
"CAREMIS": "MANOLETE" DUEÑO DE SU MUERTE
(Por: José Visconti)
Muy serio, formal, tanto que llegaron a llamarle "Cara de palo", educado, y seco, como buen cordobés. Esa fue la primera impresión que el cordial Carlos Eduardo Misle "Caremis", cronista taurino en "El Nacional" desde 1946 hasta 1975, se llevó de Manuel Rodríguez Sánchez, el "Manolete", que pasó a la historia como el más grande diestro de su época y a quien una cornada artera en Linares, Andalucía, donde, desde Despeñaperros para abajo está la sal de la Fiesta Brava, le quitó la vida en la plenitud de su brillante carrera.
Sin embargo, "transcurrido el primer tercio", aquel gran sacerdote de la muleta con la cual era un piache, un brujo, se transformaba por completo. Señalaba "Caremis", quien lo conoció y entrevistó en Venezuela:
"En la intimidad se revelaba como un buen conversador, pero sin extralimitarse. Preciso, enemigo de rodeos, directo. Tenía fluidez, pero evitaba el desparpajo y así como en la arena sólo daba los pases necesarios, en su diálogo utilizaba palabras escogidas, sopesadas".
"Caremis", quien, sin exagerar para mí, almacena en su famosa "Corototeca", más de mil años de historia taurina, conoció al inmortal matador en Maiquetía, en 1946, cuando el hombre a quien el Conde de Foxá cantó en versos libres ("...cuantos siglos de historia oh "Manolete", hasta llegar a tu muleta!...") llegó para intervenir en dos corridas en la plaza de toros Maestranza de Maracay.
No podía actuar en Caracas por una demanda de Mario Ortega, quien sostenía que "Manolete" se había comprometido a torear para la empresa de Horacio Carrasquero en conversaciones con Cástulo Martín y Emilio Cebrián y existía un telegrama en que decía "no tendría inconveniente en hacerlo". Por eso la organización Gago del apoderado de Carlos Arruza y socio de Juan Vicente Ladera, dio las corridas en Maracay, cuyo reglamento, además, era menos exigente. "Manolete", de todos modos actuó más tarde en el Nuevo Circo de Caracas a beneficio de lo que entonces se llamaba "Patronato de Alfabetización", en un festival.
En el viejo terminal de nuestro litoral central aterrizaron Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete", Carlos Arruza y la cuadrilla que un año más tarde vería al andaluz tendido boca abajo, brutalmente corneado por "lslero": Antonio Labrador "Pinturas" y "El Pimpi", banderillero y picador, sempiternos acompañantes del malogrado artista junto con Alfredo David.
El cronista taurino venezolano "Caremis", recuerda su forma de torear:
"Manolete" era un torero corto. No tenía gran repertorio. Pero lo hacía todo con una profundidad extraordinaria. Su originalidad era producto de una personalidad sin par. Quizás nunca la gente, borracha por su capote y su muleta le dio importancia a un arma poderosísima, la espada, que es la que le dio el título de matador de toros. Fue justamente su perfección en la suerte suprema la que imprudentemente lo puso entre los pitones de aquel Miura".
Una vez José Bergamín dijo de Manolo que era "un ciprés, pero poblado de ruiseñores".
¿Era triste "Manolete"?, le pregunté a "Caremis":
"Bueno, es la opinión de Bergamín. En verdad, "Manolete", a quien yo recuerdo por su voluntad férrea, no se sonreía con la multitud ni se prodigaba en exquisiteces. Pero no era triste, sino serio. Quizás tuvo un pecado, el de participar en corridas de toros chicos. Pero él se las arreglaba para imponer la gravedad de su estilo. Fue un torero de poco camino aunque un cordobés inmortal. Su carrera como matador duró desde el 2 de julio de 1939 hasta el 28 de agosto de 1947, desde "Mirador" de Clemente Tassara hasta "Islero", de Eduardo Miura, una vida entre dos toros. Yo, caraqueñamente disfruté que "Manolete" y Arruza venían con un hambre taurina, que era casi canina, y al llegar a Caracas, Juan Vicente Ladera y Andrés Gago los llevaron al "Txoco", en la esquina de La Palma. Allí, en la privacidad, conmigo como único testigo ajeno al grupo, mostró su auténtica personalidad. Para torear en Maracay, "Manolete" pasó "mar negra". Por líos judiciales, se la pasó entre la estatua de José Tadeo Monagas, frente al hotel "Majestic", donde se alojó, y la del Libertador, en la plaza Bolívar, donde quedaban los tribunales. Ni siquiera tuvo tiempo de conocer a Caracas y eso que estuvo aquí casi veinte días".
De izquierda a derecha, en Venezuela: Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete", Carlos Arruza, Carlos Eduardo Misle "Caremis", Juan Vicente Ladera, José Flores "Camará", Andrés Gago y un joven Pepe Cabello. Año 1946. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Treinta y tantos días antes de la aciaga fecha en la cual "Manolete" pasó a hacerle compañía a Lagartijo, Frascuelo, Guerrita, Reverte, Bombita, Machaquito, El Gallo, Gallito y Belmonte, en ese cielo "que ve torear a los toreros", "Caremis" volvió a encontrarse con el ídolo, señaló el cronista:
"Fue en Madrid, en la corrida de la Beneficencia. Salió, no a imponerse a los toreros, sino a imponérsele al público. Ante una gran faena de Pepín Martín Vázquez, "Manolete", quien se "picaba" con frecuencia ante el triunfo ajeno (y por las exigencias de la afición, sin duda exageradas con él), se llevó una cornada que lo mantuvo inactivo durante muchas corridas importantes, entre ellas la Feria de Valencia. Lo volví a ver en San Sebastián, donde toreó con Juanito Belmonte y Luis Miguel Dominguín. En la mañana de la corrida, Bartolo Parra, padre de "Parrita", me llevó a saludar a "Manolete". Estaba apretándose los "machos". Cuando me vio, me saludó con simpatía. "Qué tal, iVenezuela!". Le conté que acababa de oír por radio una entrevista a Luis Miguel Dominguín, quien sería su acompañante en Linares, y a quien le preguntaron con quién le gustaría alternar. Luis Miguel dijo: "conmigo mismo, porque soy el mejor". A lo cual, "Manolete", repuso: "cosas del mocoso". Pero ante "Ias cosas del mocoso" en la plaza, decidió trabarse en una ardorosa competencia, en la cual llegó casi hasta las lágrimas. Después vino Linares, el colofón de esa rivalidad".
Y también el final de quien fue bisnieto, nieto, hijo, tío, sobrino y primo de toreros. Con nostalgia "Caremis" describe lo que presenció en España:
"Luego de la tragedia, Córdoba entera se convirtió en un lamento. Me fui a la casa de "Manolete", en la calle Cervantes, frente al parque. Entré al jardín donde, por cierto, había gran cantidad de hermosas damas de rostros agarenos así como hombres recios y derrotados, como sólo derrota a los toreros la muerte. Pasé al salón principal donde tenían a "ManoIete" en un ataúd muy sencillo. Allí estaba, mostrando su placidez de hombre bueno, muy pálido. Parecía una estatua de cera. Tenía al cuello su cadena de oro con todos los santos de su devoción, entre ellos el Cristo de los Faroles. Imagínense la impresión que me llevé al ver allí al mismo hombre que entrevisté en Maiquetía y pude ver torear en Maracay; quien me emocionó profundamente en una tarde de gloria y tragedia en Madrid y al cual le saboreé el pundonor en San Sebastián, tendido para la eternidad y sin su traje de luces. En la mañana del entierro, Álvaro Domecq le quitó la cadena para llevársela a su madre, atribulada en medio de su ceguera por la muerte del único varón, doña Angustias Sánchez de Rodríguez".
Impresionante multitud consternada acompañando el féretro de su ídolo Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete" en 1947. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
El cronista taurino venezolano Carlos Eduardo Misle "Caremis", quien se destaca en el centro de la gráfica, colocó una corona de flores durante el sepelio de "Manolete" en representación de la prensa americana. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Recordaba "Caremis" sobre su experiencia vivida:
"En el entierro se volcó España. El cortejo salió a los 4:00, y llegó a las 9:30 de lo noche. Algo inolvidable, porque había verdadero dolor. Los balcones enlutados. Entramos al cementerio con una gran luna amarilla digna de la descripción del poeta García Lorca. Camará, el apoderado de "Manolete", se transformó en uno de los hombres más tristes que yo he visto. Hoy día nadie se explica cómo fue que aceptó que su pupilo toreara en una plaza de escasa importancia, a finales de temporada e inclusive de su carrera, en una corrida donde un triunfo no repercutiría, con toros de Miura, y con un Miura vestido de torero llamado Luis Miguel Dominguín. En realidad "Manolete" fue el dueño de su muerte, porque él aceptó el riesgo".
Las cornadas las da el toro, pero las reparte Dios.
(Artículo publicado en el Diario "El Nacional" de Caracas, Venezuela, el 29 de agosto de 1977).
Dos aficionados de solera que tuvieron la fortuna de conocer personalmente a "Manolete". A la izquierda: Mi abuelo Florencio Gómez Núñez, quien recibió a "Manolete" y Arruza con sus respectivos apoderados en su residencia "La Macarena" en la ciudad de Maracay, donde compartió amena tertulia con ellos. A su derecha: Carlos Eduardo Misle "Caremis", quien conoció a "Manolete" cubriendo sus presentaciones en Venezuela como cronista taurino en mayo de 1946. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Con motivo del 30° aniversario de la trágica muerte de Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete", fue publicado el artículo que he querido compartir con los lectores por el valioso testimonio del entrañable amigo Carlos Eduardo Misle "Caremis", quien cumplió una significativa labor histórica como cronista taurino gracias a su profunda admiración y fascinación por el fenomenal diestro cordobés.
Rafael Dupouy Gómez
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