Con los ojos puestos especialmente en Venezuela, leo con enorme interés todo lo que se publica en el portal taurino “deltoroalinfinito”, y un artículo de Rafael Dupouy Gómez – a quien venero y admiro, como a tantos venezolanos de bien - sobre Eleazar Sananes “Rubito”, primer torero venezolano que tomó la alternativa en España, removió el sosiego de los recuerdos que en mí cohabitan.
Conmemoraba el señor Dupouy Gómez el centenario de un triunfo apoteósico de Eleazar Sananes en la plaza Arenas de Valencia (Venezuela) el 24 de Junio de 1921, justamente para celebrar el centenario de la famosa batalla de Carabobo que marcó la independencia venezolana de España. Dicen las crónicas de la época que el triunfo de “Rubito” fue tan grande que no hay palabras para describirlo.
Venezuela ha dado grandes toreros a la fiesta taurina, pero Eleazar Sananes fue el primero en mover pasiones creando afición y abriendo camino a nuevas generaciones de toreros que llegaron a lo más alto de la tauromaquia planetaria. Precisamente se acaba de cumplir el cincuenta aniversario de la trágica muerte de un grande entre los más grandes, Cesar Girón, el primogénito de una saga de seis hermanos toreros que llenaron toda una época. Con el más joven de los cuales, Pepe Luis, coincidí en algunos paseíllos.
Sus grandes ferias taurinas en las ciudades más populosas del país, eran codiciadas por todas las figuras del toreo. Y Venezuela sigue siendo hoy una cantera de toreros muy completos en todos los tercios, como es el caso actual de Jesús Enrique Colombo, avalado por el experto olfato de los “Amigos de la Dinastía Bienvenida”
Leyendo aquella reseña del señor Dupouy Gómez sobre “Rubito” se me agolpan todas las imágenes de mis maravillosas vivencias americanas y mis ojos arrullaron, una vez más, una placa conmemorativa en plata colgada en el comedor de mí casa, que me acredita como novillero triunfador en Caracas aquel año 1973. Es un recuerdo que guardo con orgullo, como diploma profesional otorgado por la afición venezolana.
Ciertamente aquel 1973 fue un año apoteósico para la tauromaquia en Venezuela por el número de corridas y novilladas que se dieron por todo el país. Rivalizábamos en noble y leal competencia varios novilleros españoles, colombianos, mexicanos y por supuesto venezolanos, creando polémica entre nuestros seguidores por el diferente estilo de cada uno. Entonces no había escuelas taurinas y las maneras de interpretar el toreo eran más raciales, más personales que hoy.
No citaré aquí los nombres de aquellos apasionados compañeros de paseíllos por no alargar este comentario, pero quiero recordar a William Cárdenas “El Torbellino”, que formaba parte de aquel plantel de novilleros destacados y que hoy es el mejor embajador taurino de Venezuela en España.
Precedido por algunos triunfos en Colombia (Bogotá, Cali…), me costó entrar en el Nuevo Circo de Caracas, pero luego el empresario, un tal Quijano, tuvo que ponerme cinco tardes más, con especial reclamo en los carteles. Incluso me ofrecieron tomar la alternativa en la plaza de Barquesimeto de manos del maestro Cesar Faraco, que rechacé con la esperanza de hacerlo en mi tierra gallega, lo que pudo haber sido y no fue. Por lo que pueda tener de presuntuoso, pido disculpas por el arrebato de recordar aquí mis lances de juventud. Si quiero resaltar enfatizando la importancia que tuvo en la tauromaquia venezolana Eleazar Sananes “Rubito”, así como manifestar mis sinceros afectos personales a todos los venezolano/as que tan bien nos trataron siempre a los españoles.
Lo que más nos enriquece son las vivencias del camino recorrido hacia el objetivo propuesto, aunque nos dejen surcos en la piel y cornadas de espejo en el alma que miramos con nostalgia sabiendo que – como decía Machado – “al volver la vista atrás, miras la senda que nunca has de volver a pisar” ---
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