La frase de Víctor Barrio que muestra el camino: “La tauromaquia más que defenderla, hay que enseñarla”. Foto: MadridCode
El toreo venezolano se encuentra en compás de espera, pues los intentos de organizar festejos, de momento, no han tenido el adecuado remate, y no por falta de afición e ilusión de los empresarios que anunciaron corridas de toros en San Felipe y San Cristóbal, sino por las restricciones sanitarias que han obligado a la suspensión y reprogramación de las fechas.
Para nadie es un secreto que la situación taurina de Venezuela era muy delicada antes de la pandemia, ahora el panorama es más difícil, pues sin festejos obviamente se tambalea la tauromaquia, ya que los ganaderos no pueden lidiar, los toreros no actúan y todo el entramado económico que hay detrás de la fiesta se cae, pues ciudades que tienen grandes ferias, dejan en blanco importantes acontecimientos generadores de ingresos para diversos sectores.
Los ganaderos de bravo hacen milagros para mantener sus fincas y sus animales, pues los gastos suben y los ingresos no existen, las empresas arriesgan, anuncian, trabajan y al final se quedan en el dique seco, los matadores de toros y novilleros deben “buscarse la vida” en otros países o en otros oficios, para poder llevar algo a casa. Con el ojo presto y el gatillo dispuesto para no dejar pasar oportunidades. Los toreros de plata pasan por la misma situación, sin entrar en detalles de los que alrededor del toro hacen vida, entre ellos comunicadores sociales que mantienen portales y programas dedicados a la tauromaquia, mas por afición que por otra cosa.
Los que no descansan ni en tiempo de pandemia son los movimientos antitaurinos, que saben sacar provecho del más mínimo resquicio, para seguir sus campañas abolicionistas, muchas de ellas (por no decir todas) basadas en bulos y juicios equivocados para denigrar de la tauromaquia, saben “vender bien la moto” y lo peor del caso es que ganan terreno ante la pasividad de los taurinos. Sin embargo, ya varios profesionales y aficionados, conscientes del peligro real y latente de los ataques a la fiesta empiezan a organizarse para defender al toro de lidia, al que sus “protectores”, oh paradoja, condenarían a desaparecer si el toreo se extingue.
Se debe apoyar toda iniciativa que vaya a favor de la tauromaquia, y como decía el recordado Víctor Barrio “la tauromaquia más que defenderla, hay que enseñarla”. Ya es hora que se tome nota de lo que dijo el valiente torero segoviano, pues su acertada frase muestra el camino. En nuestras manos está salvar a la más hermosa de las fiestas y que no se quede todo en un bello pero triste “the end”.
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