Manuel García Cuesta, El Espartero y su frase a un banderillero temeroso de un percance: "Más cornadas da el hambre!" Foto: esacademic.com
Columna: RETAZOS TAURINOS (LVIII)
por: Eduardo Soto Alvarez
• Todos los aficionados conocemos la frase que le espetó Manuel García Cuesta, El Espartero, a un banderillero temeroso de un percance: "Más cornadas da el hambre!"; pero quizás conozcamos menos la trayectoria de un torero que llegó a ser prototipo del valor en el ruedo.
Se presentó muy joven como novillero en su Sevilla natal y al poco tiempo llegó a ser el diestro de moda, la gente lo idolatraba y el matador la recompensaba añadiendo cada vez más peligro a sus trasteos.
En 1885 confirmó Alternativa en Madrid y destacó por su temeridad no por su arte; el crítico Peña y Goñi escribió en La Lidia que su valor obedecía a un absurdo desconocimiento del peligro. Se prendió una polémica entre periodistas madrileños y andaluces, que sirvió para encender más el fuego de su audacia sin límites.
Sus percances eran casi siempre graves, pero volvía cada vez con mayor ímpetu. En una oportunidad, a mediados de 1891, una lluvia torrencial transformó la plaza en un gran charco y la Presidencia quería suspender el festejo, pero Manuel no aceptó y descalzo, con el barro a los tobillos, hizo una de las mejores faenas de su vida.
El Espartero fue el primer diestro que intentó quedarse quieto con los toros; pero su coraje a toda prueba se cruzó con Perdigón en la Plaza de Madrid en 1894. El Miura segó la vida del joven torero, que, con su intrepidez, había logrado ganarle la partida a la miseria.
• La lluvia nos trae el recuerdo del indulto que, bajo un diluvio, logró Rafael Orellana en la Monumental de Mérida, el Día de San Valentín de 2015. El paisano tovareño le hizo primores al de Rancho Grande, cuajó la mejor faena que le hayamos visto (sin necesidad de proliferar desplantes), trasteo que le valió el Sol de Oro, máximo trofeo de la Feria.
El Fandi en desplante torero. foto: zetaestaticos.com
• El Desplante no es ni suerte, ni pase, sino una expresión de desdén por el peligro, que se utiliza como remate de una buena lidia y demuestra el valor desafiante del torero, antes de ejecutar la suerte suprema.
No se debe usar para tapar fallas de un trasteo mediocre, ni mucho menos prodigarlos a montones, como para sustituir la faena.
La variedad de desplantes es muy amplia, pueden ser de pie, cuando el diestro se desentiende del toro con gesto displicente mirando al tendido; o puede ser que le toque o incluso le muerda un pitón, o que le apoye el codo en el testuz; o arrodillado de espaldas al toro, arroje lejos los trastos de lidiar.
El desplante desprecia el peligro, pero nunca debe irrespetar al toro, ni trastocarse en expediente para entusiasmar a un público, cuyo favor no se ha ganado el diestro con su desempeño.
Como todo en el toreo, el desplante requiere garbo y empaque; hogaño tienden a utilizarse con mayor frecuencia que antaño, porque ahora las condiciones del toro se adaptan más para florituras.
Existe una anécdota de Don Eduardo Miura, en la Época de Oro del toreo, quien al recibir el informe de una corrida, increpaba incrédulo a su Mayoral: Que Belmonte le agarró un pitón por la cepa al berrendo, es mentira y muy grande, eso no se le puede hacer a un toro de la casa.
• Por cierto, sea propicia la ocasión para felicitar y agradecer a los ganaderos de Los Aranguez, por haber invitado a los alumnos de las escuela taurinas de Tovar y Mérida a torear unas vaquillas, a la cual, por razones de última hora, no pudieron atender los merideños, pero entendemos que la invitación, tan útil e importante, sigue todavía en pie.
• El toro reservón es cauteloso y trata de asegurar las embestidas; el seco es de acometida rápida y contundente, suele herir gravemente pero sin espectacularidad; y el toro voluntarioso acude al engaño aún antes de citarlo.
Eduardo Soto Alvarez.
13/07/2019.
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