por: Víctor Ramírez “Vitico”
Adrián era un niño que soñaba con ser torero, esa afición le mantuvo viva la llama de la ilusión para lidiar a ese terrible toro que es el cáncer, una enfermedad que le terminó venciendo, pero sólo en este plano físico. Su alma y su valor siguen ahí, incólumes, como ejemplo de lo que un ser humano es capaz de hacer cuando tiene un sueño.
El mundo del toro es solidario como pocos, es todavía un referente y ejemplo a seguir en esta sociedad cada día más dura y cruel, donde la frialdad ante lo que sucede a los demás es moneda de cambio. Hoy día, cuando cuesta un mundo ponerse en el lugar del otro, sentir su dolor y tratar de aliviarlo, el toreo se vuelca siempre que se le llama. El caso de Adrián es sólo uno de muchos, con la notoriedad de la gran afición que siempre demostró este pequeño de ocho años, que soñaba con enfundarse el vestido de torear y enfrentar a ese maravilloso animal que es el toro.
La vida no le alcanzó a Adrián, pero su ejemplo de entereza, valor y gallardía ahí queda, así como esas bonitas imágenes de los toreros rindiéndole tributo, merecido reconocimiento a un valiente. Hoy, a seis meses de ese día que sin duda fue el más feliz de su corta vida, Adrián ha hecho su paseíllo celestial, donde los coros de ángeles le recibirán con ovaciones y los maestros que ya están en ese plano seguro le llevaran a hombros por la Puerta Grande. Ejemplo a seguir este pequeño niño que con su gallardía conmovió corazones. Adrián, allá donde triunfe un torero y embista un toro, estará tu espíritu. Hasta siempre torero!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario