Fotos archivo "El Tato"
Los tres hermanos Giron, César, Curro y Efrain, se habían reunido el martes 19 de octubre de 1971 desde horas meridianas, en el restaurant "El Portón" de la capital de la República, junto a Rafael Felice Castillo, gran amigo del mayor de la dinastía.
Allí se abrazaron fraternalmente luego de un largo período de distanciamiento familiar....y !cruel destino!!..se unieron para no verse más nunca, porque tras la reconciliación, el más grande torero americano, encontraba la muerte en el kilómetro 73 de la autopista regional del centro a la altura de Tejerias, cuando se dirigía a su residencia en Maracay.
La capital aragueña se volcó hacia el vetusto hospital civil de la avenida Miranda, donde había ingresado César tras colisionar el pequeño auto europeo con la parte trasera de un camión estacionado en el hombrillo.
De luto quedaba la afición. El creador había dispuesto un final distinto para quien desafió la muerte con gallardía, temple y valor. Estremecida estaba la afición taurina del mundo por la irreparable pérdida. Se marchaba así, de manera abrupta, el César de los toreros que abrió caminos y acortó distancias entre la gloria del triunfo y el sacrificio por ser figura del toreo.
De todos es sabido que César recorrió el mundo de triunfo en triunfo y tras su prematuro retiro en Caracas en 1966, nadie logró explicarse el porqué de aquel adiós en plenitud de condiciones.
Colgado el traje de luces, César entró en el mundo de los negocios con escasa fortuna. Amigos suyos como el doctor José Antonio Pérez Díaz y su primo César Perdomo Giron le asesoraban, pero Cesar imponía su forma tozuda avalado por su personalidad recia.
Tras obtener experiencia en España en la administración de una plaza de toros, decide repetir ese paso en Venezuela arrendando la monumental de Valencia, en cuyas diligencias se encontraba en la capital el fatídico 19 de octubre de 1971. Hace 53 años.
Había perdido fuertes sumas de dinero, pero se estaba recuperando, ya que en las corridas del sesquicentenario de la Batalla de Carabobo realizadas cuatro meses atrás, le habían generado aceptables ganancias.
Tenía César la vista puesta en la feria de la Naranja de Valencia que se iniciaría el 30 de octubre, pero el 19, se desvanecieron ilusiones con su muerte en la autopista.
Sueños truncados repartidos en un amasijo de hierros.
Recordamos que César siempre fué motivo de polémica. Cuando ya daba pasos firmes, los sesudos analistas o líderes de opinión del toreo, le endilgaron el mote de torero atlético y sin consistencia, a pesar de sus sonados triunfos en Madrid, Sevilla, Barcelona, Bilbao, Córdoba, Lima, Bogotá, México y Venezuela, pero ocurrió que César se fraguó seriamente como novillero, sin importarle mucho el resultado artístico brillante, pero una vez que asumió el grado superior en Barcelona, pulió su valor natural e impuso el orgullo dinàstico que fué cuajando esplendorosamente con corridas que otros toreros con aire de figuras rechazaban.
Girón buscó siempre la parte gallarda y arrogante de la expresión torera, tomando su oficio como un reto histórico y heróico de aplastante verdad. Con el paso del tiempo fué atemperando esa fogosidad de sus temporadas iniciales con faenas bien medidas, rebosantes de técnica y dominio, como las que dejara en la arena valenciana en su última tarde de luces.
Sus mejores tiempos de profesional los vivió en grandeza, se codeó con presidentes de República, se iba de caza con Francisco Franco, compartía mesa con Marcos Pérez Jiménez, poetas e intelectuales lo aceptaban en sus cerrados círculos, el jet set caraqueño lo cobijó y también sintió sus irreverencias.
La última corrida de Cesar Giron no podía ser más premonitoria de su despedida triunfal. Cuatro orejas y un baño a los maestros António Bienvenida y Luis Miguel Dominguin. Ese día parecía un novillero afanoso de gloria y fama. ! Cómo disfrutó!.
A hombros salió de la plaza que tenía arrendada. En los arreboles de la sabatina tarde, solo Dios conocía de la definitiva despedida. El mismo César le aseguraba al doctor Alberto Ramírez Avendaño, su gran amigo, que la faena al sexto estaba entre las mejores de su vida. Esa vida incesante segada por el puñal traicionero del toro negro de la autopista.
Cuando el gran César Antonio Giron Díaz fallece la noche trágica del 19 de octubre, - aniversario que hoy recordamos,- ya había logrado lo que ningún otro torero venezolano había conquistado, universalizar el nombre de Venezuela taurina.
Hoy, a 53 años de su desaparición física, reconocemos su vigencia y permanencia en época de crisis de auténticos valores. Su presencia la marcó su carácter invencible, indómito, haciéndose respetar y valer por los que se amontonaban en la avalancha del conformismo enfermizo.
César Giron tuvo gloriosa trayectoria sin necesidad de esconderse en cifras estadísticas que muchas veces borran el criterio. Lo recordamos con orgullo de taurinos, porque abrió caminos de esperanzas y sembró el fruto de la entrega, la constancia y el valor ante todo.
Cesar Girón sigue vivo con su ejemplo.
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