Samuel Rivas, el arte… en una de las muchas novilladas que organizó la Escuela Taurina que dirigió el maestro Fabián Ramírez. Foto: blog venezueladeferia
Hoy es una tarde de un domingo cualquiera, escuchando pasodobles taurinos para olvidar un poco lo que fue la rutina de la semana, vienen a mí un sin fin de recuerdos en el ruedo de la Monumental “Román Eduardo Sandia”.
Muy atrás quedaron esas tardes de entrenamiento en nuestra plaza de toros, en compañía de personas que hoy ya no están con nosotros; uno de ellos el gran Maestro Humberto Álvarez, torero de los pies a la cabeza; vaya manera de caminar, tenía el maestro, y de sentirse torero, aún cuando habían pasado muchos años desde que ya no vestía el traje de luces. Fueron muchas las tardes que pasé pegado a un burladero lanceando el aire una y otra vez, un ejercicio que deben conocer muy bien quienes por allí pasaron antes que yo, entre ellos, para ese entonces novilleros y hoy en día matadores de toros Alexander y Jonathan Guillén.
Otro que partió pronto al ruedo celestial el querido y recordado Alonso Valero, quien contaba sus anécdotas y recuerdos en tierras mexicanas en compañía de Leonardo Fabio Grisolía; gran honor me dio la vida que fuera Alonso quien me vistiera de luces y sirviera las espadas en mi primera novillada.
Matadores de toros y subalternos que “subían” a la plaza para entrenar, conversar un rato de toros o esperar el partido de fútbol a las seis de la tarde, como Leonardo Rivera, Rafael Orellana, Edgar Peña, Alonso Díaz, Fabián Ramírez, Alí Trejo y la dinastía Pereira, encabezada por Mauro, Giovany y Mauro David, completaban la terna y otros tantos que como yo, intentamos abrirnos paso en este bonito pero difícil mundo, “El trágico”, “Pompla”, “Rigo”, “Saperoco” y pare usted de contar.
Hoy la vida nos ha encaminado por rumbos distintos a quienes frecuentábamos “la plaza” todas las tardes; unos, con mucha afición, siguen entrenando tarde a tarde, esperando esa oportunidad como una noche la tuvo Palomo Linares en Vistalegre, y de ahí en adelante ya todos sabemos esa historia; otros son grandes aficionados y llevando la bandera de la tauromaquia adonde van, defendiendo sus principios y valores cuando se topan con un “anti” o disfrutando de una tertulia entre amigos, recordando una faena, un toro y el pase que dio aquel torero.
Es deber de todos y cada uno de nosotros, mantener viva esta fiesta; esta fiesta que desde hace años viene bajando más la cabeza que “Cobradiezmos” en el albero del coso del Baratillo, pero que con fuerza y tesón, si trabajamos juntos, levantaremos en volandas para revivirla como el fénix, transmitiendo a las nuevas generaciones lo que personas como el Maestro Humberto nos enseñaba.
Cómo estoy deseando que volvamos a vivir esa pasión de estar en una plaza de toros, repleta hasta la bandera, el jolgorio en los tendidos y la impaciencia de que suenen clarines y timbales para que rompa el paseíllo y podamos disfrutar de una corrida de toros más.
Que Dios reparta suerte para todos y que sobre todo, nos llene de vida y salud en estos momentos tan difíciles que atraviesa nuestra sociedad y el mundo, para que con mucha emoción nos saludemos en los patios de cuadrillas, en el callejón o en cualquier plaza de toros, donde Dios y el toro nos unan nuevamente.
Samuel Rivas V - 04/Julio/2021
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