por: Giovanni Cegarra
El mundo del toro andino merideño venezolano, tiene sus hombres y mujeres hasta niños, que han nacido con el gusanillo taurino arraigado en sus células madres que han de morir con ellos y entre ellos, el buen amigo colega taurino Jesús Araujo mejor conocido en nuestro mundo como El Castoreño.
Para quienes tenemos el grato honor de contarle entre nuestras aferréas amistades del toro, Jesús Araujo El Castoreño, es todo un gran personaje que en su devenir por nuestra Fiesta Brava, le faltarían páginas para plasmar su recorrido por estos devenires de la Tauromaquia, que bien ha sabido promover, difundir, enaltecer, defender a su estilo y gusto.
Todo un andino millero merideño venezolano, conocíamos de las aptitudes de El Castoreño, aspirante a novillero, aficionado práctico, poeta, escritor, narrador, comentarista, cronista, moderador de programas taurinos radiales televisivos, médido naturópata, peleador cuando le tocan la fibra y hoy, por casualidad observando un cuadro en casa de Freddy Ramírez Garapuyo, me entero de lo de pintor en la técnica de agua fuerte, que de paso bien hace.
Aficionado de solera como el que más, Jesús Araujo El Castoreño, nace y ha de morir, como él lo ratifica siempre, con su pasión y afición por la Fiesta Brava, es uno de los contados venezolanos que forman parte de ese legado histórico taurino venezolano que es sembrado con pundonor, moral, solvencia, que le merecen digno respeto y admiración y olé.
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